En 1945, los hombres de industria más importantes del norte del país, encabezados por Eugenio Garza Sada, le apostaron a un modelo educativo que evolucionó hasta lo que es hoy el Sistema Tecnológico de Monterrey.

Son varios los elementos involucrados en su éxito: los alumnos y quienes lo fueron, profesores, directivos, empleados, consejeros. A todos les ha costado ese primer lugar que tiene entre las instituciones de educación superior; pero hay algo más.

Desde lo que me tocó vivir, creo que la calidad académica es real, no impecable pero sí muy buena. 
Aunque hay una masificación de la matrícula, entran los que tienen promedio y becan a los mejores. Con el paso de los semestres entendí que ahí hay varios tipos de estudiantes, los que tienen intelecto, los que tienen recursos, y algunas veces ambos. 

Es una universidad como pocas en México por el mundo de posibilidades que ofrece, con lo deportivo, lo cultural y artístico; pero sobre todo, la internacionalización. Es un modelo que abre las fronteras y que empuja a sus alumnos a salir a estudiar al extranjero.  Para muchos, una experiencia de vida.

El Sistema Tec tuvo sus momentos de crisis, la inseguridad y la violencia lo alcanzó. Los estudiantes mexicanos y extranjeros dejaron de llegar a Monterrey. El momento más grave fue en 2010, cuando dos alumnos fueron baleados frente a las puertas de la escuela. Este ha sido uno de los episodios más tristes en su historia.

El fin de semana pasado celebraron su 70 aniversario, pero los preparativos del festejo venían desde tiempo atrás. Echaron la casa por la ventana con sus actividades, y en internet y redes sociales no se quedaron cortos. Desplegaron una estrategia que hizo circular postales con frases e imágenes del día a día de la vida estudiantil, videos con historias de vida de ex alumnos exitosos; así como los méritos de los equipos representativos, y el orgullo de tener en ellos a medallistas olímpicos como Luis Rivera. 

Creo que la trascendencia de esta escuela también se debe a que sabe generar identidad y sentido de pertenencia, para después comunicarlo. Con esto no quiero restar ningún mérito; pero hay que aceptar que son magistrales si se trata de hacer muy vendible la idea de ser parte de ellos. Como en todo, siempre hay un modelo comercial y una mercadotecnia estupenda.