¿Miedo a UBER? ¿O miedo a una nueva economía?

Hoy escribo mi artículo número 105 para Novedades de Quintana Roo; eso significa que empiezo mi tercer año consecutivo...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Hoy escribo mi artículo número 105 para Novedades de Quintana Roo; eso significa que empiezo mi tercer año consecutivo de plasmar, semana tras semana, mis opiniones sobre turismo y sustentabilidad. Quiero iniciar con un agradecimiento a este importante medio por el espacio y a ustedes, queridos lectores, por seguir cada martes esta columna.

Bien, iniciemos con un tema de contexto y muy interesante; hace unos días, en seis ciudades del país (Aguascalientes, Cuernavaca, Hermosillo, Mérida, Mexicali y San Luis Potosí) inició operaciones UBER. Las opiniones se polarizan, entre quienes están a favor porque el servicio, que tiene como una de sus prioridades “las personas”, da una alternativa al transporte público y privado que en muchos casos se encuentra en mal estado, y aquellos en contra por temas de afectación de intereses, legalidad, etcétera.

Y en este tema como en otros relacionados con la economía colaborativa, los gobiernos aún están en proceso de entender el funcionamiento y tratar de regular: desde posiciones estrictas como la de Quintana Roo donde se prohíbe, hasta otros más moderados como en Guanajuato donde se regula el número de los permisos, o Jalisco donde se ha dado libertad de operación, por supuesto, con una contribución estatal por viaje y el pago de un permiso.

¿Por qué debe de importarnos esto en turismo? Bueno, porque la economía colaborativa o sharing economy (que, aunque aún no tiene una definición formal puede entenderse como nuevos mercados de servicios peer to peer o de usuario a usuario), crece cada año; de acuerdo con The Economist, este tipo de economía representó en 2013 un valor de $26 billones de dólares, y para el 2025 llegará a representar, de acuerdo con Price Waterhouse Cooper, un valor de $335 billones de dólares.

Más datos que nos muestran la importancia de esta economía: UBER, servicio de transporte, realiza a nivel global más de 3 millones de viajes por día; Airbnb, servicio de hospedaje alternativo, tiene 60 millones de usuarios y Couchsurfing 10 millones; ToursbyLocals, plataforma que enlaza a viajeros independientes con guías locales, cuenta con 350,000 viajeros registrados; otra iniciativa, EatWith, que acerca a “chefs y foodies”, tiene una oferta de 500 anfitriones talentosos en más de 150 países. 

¿Hay regulación para este tipo de economía? ¿Debe haberla? Yo considero que sí, porque al final de cuentas estamos hablando de una prestación de servicios que genera una actividad comercial, y no podemos hacer estas actividades al margen de la ley; pero la regulación debe ser igual de innovadora que las plataformas que tenemos hoy, y ahí hay un gran reto que los gobiernos y las legislaturas deben enfrentar desde ya.

La economía colaborativa está aquí, está creciendo y está generando una serie de oportunidades nuevas para emprendedores, empresarios y turistas; el cambio de prioridades en los mercados y el crecimiento de las aplicaciones móviles auguran un futuro muy diferente para el turismo.

Desde cualquiera de nuestras perspectivas, y en especial en la relacionada con el turismo y la sustentabilidad, la diversificación de la actividad, la promoción del turismo responsable y alternativo, la integración de comunidades locales, este “nuevo modo” de hacer turismo trae grandes retos y oportunidades.

¿Estamos preparados para ello?

Lo más leído

skeleton





skeleton