Miedo al lector

A lo largo de su trayectoria el escritor alguna vez se enfrenta al miedo que produce la 'página en blanco' o el miedo de ser leído.

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A lo largo de su trayectoria, el escritor, por lo general, alguna vez se enfrenta al miedo que produce la 'página en blanco' o, menos frecuente, al miedo de ser leído y, por lo tanto, comentado o criticado, probablemente porque implica exponerse al escrutinio de todo tipo de lectores. Hoy no sucede tanto debido a las redes sociales, donde estamos expuestos más que nunca a los ojos de nuestros contactos/lectores.

Sin embargo, en el siglo XIX las mujeres escritoras experimentaron con mayor intensidad este temor a publicar y ser leídas, en especial por las férreas críticas que sus coetáneos  masculinos solían hacerles desvalorizando sus textos por el simple hecho de ser producto de las plumas femeninas. Los escritores del siglo XX fueron un poco más benevolentes, por eso Jorge Luis Borges afirmó alguna vez: 

'No hay, que yo sepa, una vida más apasionada y más solitaria que la de esta mujer. Prefirió soñar el amor y acaso imaginarlo y temerlo'. Se refería a una gran escritora nacida en Amberst, pueblecillo de Massachusetts, que vivió  recluida en su habitación para crear, en total silencio, los más de mil poemas que componen su obra y que fueran descubiertos, en su totalidad, por su hermana hasta después de su muerte en 1886.  Se trata de Emily Dickinson, quien sólo se atrevió a ser leída en vida por pocas personas, entre ellas su cuñada y el crítico literario Thomas Higginson,  quien por más de ocho años fue prácticamente su único lector y a quien le escribe  en su primera epístola: 'No sé si usted estará demasiado ocupado para decirme si mi poesía está viva'. Cientos de cartas y tan sólo dos visitas fueron suficientes para que Higginson decidiera publicar su obra póstumamente,  ya que ella jamás pudo vencer la agorafobia y el temor a ser leída; la poesía significó su vida y por eso le confiesa a su destinatario lo siguiente: 'Si un libro hace que sienta mi cuerpo tan frío que no hay fuego que lo pueda calentar, eso es poesía'.

En torno al enigmático encierro voluntario y la fuente de inspiración de la poeta se han fraguado muchos mitos, sobresalen los de dos amores no correspondidos o prohibidos, hacia un hombre casado o hacia una mujer, ninguno comprobable e innecesarios, pues lo realmente importante es que Emily, a pesar de sus miedos y fobias, creó entre cuatro paredes una gran obra poética que trasciende épocas, fronteras e idiomas y a la que hoy, paradójicamente, leen millones de lectores.

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