Los miedos nos impiden vivir

Algunas veces sufrimos de miedos absurdos y de temores inconfesables. Pueden ser miedos cargados de desconfianza a que otros nos dañen.

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Cuidados  sí, miedos  no.-  Anónimo

La mayor parte de los miedos son puramente imaginarios. Cuando afrontamos los miedos y les quitamos la máscara vemos que no hay a qué temerle y nos queda la sensación de haber soltado una pesada carga. 

Muchas veces nos damos cuenta de lo inútil que ha sido alterarnos tanto  ante un peligro inexistente en la realidad, pero terrible en la mente. 

Se dice que “valiente es quien, a pesar de sentir miedo, afronta”. Creo que hay que desafiar al miedo para actuar y ver los resultados que pueden ser muy buenos. 

Hay personas que están llenas de miedos y supersticiones que nublan su inteligencia y les restan razón y voluntad para vivir con plenitud y gozo. La verdad es que algunas veces sufrimos de miedos absurdos y de temores inconfesables. Pueden ser miedos cargados de desconfianza a que otros nos dañen; miedo a perder la buena opinión de los demás; miedo a contraer enfermedades ocultas o ataques repentinos del corazón, que, claro está, pueden suceder, sin embargo, por tener miedo no se van a evitar, por lo contrario la preocupación y el estrés aceleran el desgaste de la salud. 

Los miedos nos impiden disfrutar de la vida y curiosamente de la salud que sí tenemos, mientras la tenemos. Recordemos que el miedo anticipado siempre es mayor que la realidad de alguna contrariedad o calamidad. La imaginación excitada aumenta la magnitud de los sucesos. Siempre sucede que tenemos fuerza y energía ante las dificultades reales mas no ante las que sólo están en la imaginación. 

Cuando nos asaltan pensamientos catastróficos es bueno decirle a la imaginación con firmeza una palabra “mágica”: ¡Basta! Y ésta obedece; es el momento para cambiar el pensamiento tenebroso a pensamientos luminosos, optimistas y positivos. Como sí existe “la ley de la atracción” no sé tú, pero yo quiero atraer todo lo positivo para el mundo, para los que amo y para mí.

Siempre se puede tener fe para pensar y desear: …de lo bueno, ¡lo mejor!   

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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