Mis respetos, Barack Obama

¿Por qué los heterosexuales tienen derechos sociales y de salud, y lo niegan a otras minorías sexuales?

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Una ley de 1996 prohíbe en Estados Unidos el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Barack Obama —congruente con su defensa de las minorías sexuales— pidió el viernes pasado a la Suprema Corte la supresión de esa ley que contradice los postulados de la Constitución. En un mes sabremos la respuesta del máximo tribunal de ese país. Un hecho sin precedente en la historia de los derechos humanos. Estaremos atentos.

La Ley Federal de Defensa del Matrimonio (DOMA) impide los derechos a uniones del mismo sexo. Dice el documento de Obama: “Niega a decenas de miles de parejas del mismo sexo, que están casadas bajo leyes estatales, una serie de importantes beneficios federales disponibles para las parejas heterosexuales”.

¿Por qué los heterosexuales tienen derechos sociales y de salud, y lo niegan a otras minorías sexuales? Una pregunta que podría encontrar su respuesta en motivos religiosos más que preceptos de justicia y equidad que todo Estado debería salvaguardar.

En nueve de los 50 estados del país del norte el matrimonio gay es un derecho, pero no así los beneficios federales, justo por la ley enunciada. Es la primera vez que un presidente defiende la unión gay ante la Corte. Mis respetos para Obama. La trascendencia que logre este propósito tendrá sin duda alcances internacionales.

Los derechos humanos son parejos sin distinción de sexo, religión o raza. En lo personal, detesto las bodas de todo tipo pero no así los derechos constitucionales de cualesquiera para servicios de seguridad y salud. Un derecho inalienable de los seres humanos sin género de por medio. Resulta incomprensible la actitud de un sector amplio de la sociedad que, por prejuicio, causa un daño moral y civil a otros semejantes.

En Estados Unidos y otras partes del mundo —Francia, Argentina e Inglaterra— empieza a notarse la participación política de mandatarios capaces de asimilar que la democracia es incluyente en todos los ámbitos. Que la democracia jamás puede ser excluyente. Que la justicia es pareja. Que los derechos son de todos. Que hoy la concubina no es la apestada del siglo XIX. Que hasta los que mantienen una “casa chica”, deben saber que existen obligaciones constitucionales en ese hogar.

Es la hora de sumar a los homosexuales y lesbianas en este renglón.
México, ¿cuándo verá a esta clase de políticos? Extraño a Ebrard.

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