Molcajetes, amor y comunicación

Más del 60% de nuestra comunicación en un día no se realiza cara a cara.

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Es inevitable hablar de comunicación y no referirse también a la tecnología. Los comunicólogos tenemos obsesión por analizar desde nuestra perspectiva todo o casi todo lo que vemos y escuchamos.

Nos sentimos los súper expertos que bien sabemos desmenuzar los complejos procesos de información; pero muy rara vez nos detenemos a analizar la comunicación que nos hace humanos: la interpersonal.

La manera de interrelacionarnos cambió hace rato. Hoy espero que el presidente me dé los buenos días vía Twitter, mientras sorbo mi primer trago de café frente a mi computadora.

Más del 60% de nuestra comunicación en un día no se realiza cara a cara, y mucho se lo debemos a la computadora, al celular y a las tablets, con todo el mundo de posibilidades que nos ofrecen: mensajes de voz, texto, videoconferencias o la ensalada de todos éstos.

Parece que estamos frente a una dicotomía, un dilema como aquel de si es mejor seguir usando el molcajete de las abuelas o la licuadora de la mujer moderna. ¿Lo innovador podrá reemplazar totalmente a lo tradicional?

No en todos los casos. Mi experiencia me dice que las personas que saben comunicar por lo general son buenos jefes, líderes que saben transmitir a sus equipos lo que quieren.  Se comunican con su pareja, con sus compañeros, familiares y amigos. Son amantes de los encuentros y de la retroalimentación cara a cara.

Interrelacionarnos de persona a persona es el proceso más completo, pues todo el tiempo está presente un doble proceso verbal y no verbal. Hay gestos, miradas, posturas, palabras con tono y volumen; y más elementos que hacen del intercambio algo más completo.

Esto es irremplazable y jamás se podría sustituir con esos simbolitos que tenemos en nuestras aplicaciones de chat y que buscan comunicar algún estado de ánimo.

Cuando no hay transmisión en vivo, más nos vale no hacer juicios de valor, expresar algo que nos ha molestado o querer solucionar conflictos. Digo, si es que nos interesa tener comunicaciones sanas. La piedrita en el zapato, la que molesta a nivel personal o profesional a veces tiene que ver con el tipo de comunicación. Comunicar. AMO esa palabra, sobre todo cuando deja de ser un concepto y se pone en práctica.

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