Mujer, foto y demonio

El México 'bronco' de hoy supera en rojo y fuego al mismísimo infierno; por eso, tan sólo de ver el 'espectáculo' dantesco, hasta el diablo se va con entre las patas...

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La madre continúa  estática en la esquina por donde el tránsito intenso refleja el ir y venir de cotidianas multitudes. En actitud retadora agita en la mano una foto de su hija recién desaparecida, al tiempo que clama con voz vibrante y desesperada el auxilio que ponga final a su dolor.

En cierto momento exhibe la imagen frente a los transeúntes por si alguien la ha visto o sabe su paradero.

Las horas pasan mientras la historia parece detenerse cuando la acusadora se mantiene firme en el lugar donde su instinto materno intenta averiguar una razón que le de consuelo.

Su terrible clamor, sus luceros llorosos y manos suplicantes presentan en papel un rostro que al paso se mira ajado y maltrecho. El lamento es tal que conmueve a cielo e infierno. 

Al mediodía se aproxima una persona con gesto duro y arrogante figura. Haciendo un lapso en el tiempo, un hombre alto y de enormes brazos se pone a su vera. Se dirige a ella con envolvente y gruesa voz: 
-Bien sé lo que buscas, la respuesta que ansías. Ven; ven a mí y te daré lo que anhelas.

La mujer observa fijamente al fulano. Sus vidriosos ojos encuentran una visión inanimada que devuelve una mirada sin reflejo de vida. Algo que le viene de muy dentro parece advertirle quién puede ser el extraño que la acecha con tal certeza.

Encolerizada, sin sentir temor alguno, restriega la fotografía en la nariz del intruso y se dirige al espíritu: 

-No me tientes Satán ni pierdas el tiempo. Lo que dices no tiene ningún sentido y de fijo sé que este asunto está fuera de tu alcance. Ni siquiera tú, pobre diablo infeliz que te piensas tan grande y poderoso, ni siquiera tú, infame malignidad, puedes darme la satisfacción de devolverme a mi hija.

Mucho menos eliminar de la faz de esta patria a los desgraciados malparidos que asuelan, matan, torturan y diseminan pavor y cobardía entre los habitantes a cambio de agenciarte mi alma. Te queda muy grande la tarea y ni por asomo eres lo suficientemente bueno para aventarte este tiro.

En el México bronco y violento de estos tiempos, hasta tú te la pelas, seas quien seas o quien te creas que seas. 

El fugaz lapso de tiempo se diluye. Regresa el día a día en la esquina refugio. Una extraña figura con la cola entre las patas se aleja veloz entre el enjambre, que se aproxima voraz.

¡Vaya biem!

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