Del muro a la frontera de cristal

Una línea que, si bien es cierto, separa dos naciones, también es el punto de encuentro de dos mundos...

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“El acercó los labios al cristal. Ella no dudó en hacer lo mismo. Los labios se unieron a través del vidrio. Los dos cerraron los ojos. Ella no los volvió a abrir durante varios minutos. Cuando recuperó la mirada, él ya no estaba allí”. Así concluye “La Frontera de Cristal”, uno de los nueve cuentos, y el que le da título, al libro que publicara en 1995 el gran Carlos Fuentes.

Del Pacífico al Atlántico, más de 3,000 kilómetros que cortan un desierto y luego siguen el cauce del río conforman una frontera que, con cuarenta y siete puentes o cruces fronterizos formales y miles de cruces fronterizos informales, es una de las colindancias más complejas del mundo. Una línea que, si bien es cierto, separa dos naciones, también es el punto de encuentro de dos mundos. 

Desde las alturas, allí donde el “muro” no obstruye la vista, se puede contemplar hacia el norte una ciudad fronteriza ordenada y limpia, con calles y autopistas rectilíneas y prados parejos; viendo hacia el sur mexicano, las pupilas se encuentran con fachadas anaranjadas, rosadas, verdes, todas diferentes, trepando los flancos de las colinas; algunas terminadas otras en obra negra con varillas apuntando hacia el cielo.

Frontera política, económica, religiosa cultural, donde conviven: riqueza y miseria, arbitrariedad y derecho, catolicismo barroco y protestantismo puritano. De un lado, fiesta colectiva y del otro culto al individualismo. En el lenguaje de Shakespeare, “Oprah”, “Law & Order” y el grito de touchdown;  en el de Cervantes, “Laura”, “La Rosa de Guadalupe” y el grito de gol.

Ella es güera de piel blanca, él moreno de pelo oscuro. Ella desde el interior del edificio trabaja para una firma financiera. El desde afuera limpia los ventanales del rascacielos. Se ven a través del vidrio. Cada uno recuerda su propia vida e imagina la del otro.

Concluyo con las palabras que escribiera el periodista de origen británico Alan Riding en su libro Vecinos Distantes: “Probablemente en ningún lugar del mundo existan dos países, lado a lado, que se conozcan y entiendan tan poco como México y Estados Unidos”.

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