Navidad descafeínada

La Navidad ha cambiado, o más bien, nosotros hemos cambiado a la Navidad; ahora me parece más un campeonato de consumo...

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Recuerdo las navidades de mi infancia, una familia numerosa a la que difícilmente los recursos le eran suficientes para todo, la Navidad no era una excepción, pero sí un oasis en el ritmo de vida y la rutina diaria; para mis hermanos y para mí la Navidad se vivía a otro ritmo, los recursos eran pocos, los regalos escasos y las ansias inmensas; aunque todos esperábamos la mañana de la Navidad para recibir algún regalo, nuestros ojos infantiles descubrían con alegría el pesebre, el nacimiento del Niño Dios era todo un acontecimiento con el rezo de novenas, el más pequeño colocando al niño en el pesebre en la Nochebuena y la infaltable asistencia familiar a la misa de gallo, esas que en realidad se iniciaban a las 12 de la noche, para después ir todos juntos a cenar a casa.

La Navidad ha cambiado, o más bien, nosotros hemos cambiado a la Navidad; ahora me parece más un campeonato de consumo en una sociedad en la que para ser hay que tener. Las calles y tiendas se saturan, se procura la abundancia de comida, de bebida, de regalos, preparamos la mejor cena que nuestra economía nos permite, con los mejores vinos, licores, comidas, dulces y frutas a nuestro alcance. Durante días la familia se concentra en preparar la gran Nochebuena, en el mejor de los casos los abuelos y algunos tíos habrán de compartir con nosotros, alegremente nos abrazamos, y la gran pregunta es: ¿qué es lo que celebramos? 

En un mundo globalizado la celebración de la Navidad se ha extendido por todo el planeta, países ajenos por completo al cristianismo celebran la Navidad y la han convertido, como en Japón, en una fiesta para celebrar, intercambiar regalos, cenar en pareja; las calles de Japón profusamente iluminadas con motivos navideños lo atestiguan, Santa Claus se ha convertido en personaje con cada día más aceptación en la cultura japonesa. En el mundo celebran todos, incluso los ateos, la Navidad como una fiesta decembrina para estar en familia e intercambiar regalos.

Con elementos como la cena navideña, la convivencia familiar, el intercambio de regalos, Santa Claus, el pino profusamente adornado, la Navidad es una celebración que se extiende cada vez más por el mundo, pero en esta expansión se ha perdido esencia, hoy millones de personas que pertenecen a religiones no cristianas o incluso ateos la celebran.

Tan amplio acaba siendo el desconocimiento de lo que se celebra que muchas empresas, personas e instituciones terminan deseándonos ¡Felices Fiestas!; ya es muy común que nisiquiera se nos desee Feliz Navidad, sino Felices Fiestas. ¿Cuáles fiestas?, eso no importa, tu reúnete, intercambia regalos, festeja, pareciera que lo importante es que nos concentráramos en la fiesta y no en la Navidad, pareciera un intento de desacralizar la Navidad y volverla una celebración de consumo: compra mucho, bebe, regala, come, porque eso es lo que deja utilidades a todas las empresas que inteligentemente te desean Felices Fiestas.

La verdadera Navidad celebra un acontecimiento histórico: el nacimiento de Jesucristo, para nosotros los cristianos el nacimiento del Hijo de Dios, quien contrariamente a lo profuso de la celebración, comida y bebida, eligió nacer en un humilde pesebre, pobre entre los pobres eligió venir al mundo; alejado de la abundancia y los lujos se presentó ante nosotros para regalarnos el tesoro de la salvación, porque tanto amó Dios al mundo que le dio a su único hijo.

Es en la intimidad del corazón humano en donde se recibe a Dios recién nacido en Navidad, no en el festejo ni en la cena, y dice la escritura: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. ¡Paz, no regalos ni bebidas! Interesante sería saber la opinión de Jesucristo sobre cómo se celebra hoy  día su nacimiento. ¿Estaría el de acuerdo con cómo celebramos su llegada al mundo? Tengo mucha dudas con respecto a que estuviera de acuerdo con nuestra manera de celebrarlo.

Recibir a Dios en tu corazón es lo esencial de la Navidad. Si bien cenar en familia e incluso intercambiar algún regalo es algo agradable, solamente son cosas secundarias y son precisamente esas cosas secundarias las que hoy hemos vuelto esenciales olvidando la grandeza de la Navidad. Que el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, quien ha traído la salvación a todos los hombres, los colme de bendiciones y paz en su corazón.

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