Navidad en junio

Llegamos todos a un feliz acuerdo: celebrar la cena de Navidad el 30 de junio, debido a los gastos que se generan a principio de año.

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Considerando el ritmo de gastos acostumbrado en enero y poniendo en perspectiva el horizonte progresivo de egresos, en días pasados hicimos una importante reunión familiar. 

Vaporcitos de pollo, chaya con queso de “Uno de los cuatro hermanos” y chocolate Abuelita. 

Llegamos todos a un feliz acuerdo: celebrar la cena de Navidad el 30 de junio. Cada uno de los integrantes del clan hizo una importante propuesta. Clotilde, la hija mayor, explicó la conveniencia de comprar los regalos al principio de año con descuentos hasta de setenta por ciento, en lugar de fin de año cuando están imposibles de caros. 

Rosalinda, mi mujer, enfatizó que se le atoran el pavo, el sandwichón y el bacalao al pensar en los pagos obligados de inicio: predial, tenencia, inscripciones,  gasolinazos, etc. Aclaró la conveniencia de tener a la mano ese estipendio para cubrir tales exigencias  y no distraerlo en la banalidad comercial de diciembre. 

Como punto final repasó someramente sobre el puruxón disfrazado de rojo, tan risueño y bonachón, pero que a la hora de la verdad trae el saco vacío y hay que hacerle el paro con los obsequios.

Merceditas, la de en medio, pidió comprar oportunamente los romeritos -no estoy segura de que haya todo el año pero se pueden cocinar y se congelan, aseveró-. 

Para Juancho, las bebidas alcohólicas se cubren merced a las ofertas para el Día del Padre, donde es frecuente el “tres por uno”. 

Un servidor  recalcó la importancia de mantener así unida a la familia durante todo el evento conmemorativo, en lugar de desbalagarse como es costumbre después de la cena decembrina. 

Por último, el benjamín, Ernesto, enunció solemne la sensatez de evitar comprar el árbol de Navidad el dos de noviembre, mismo que para el veinticuatro de diciembre ya está bien paleta.

Hicimos chuk en el chocolate la rosca brioche de Tere Cazola.  Nos abrazamos contentos de ser una prole unida y fraterna. 

Establecer la fecha en comunidad para la celebración fue el vivo reflejo de nuestro entendimiento solidario. 

Para terminar, hicimos votos deseando que las autoridades federales, estatales y municipales no aumenten o modifiquen la fecha establecida para cumplir las obligaciones impositivas de Año Nuevo. 

Falta saber, de enterarse, qué puedan opinar el padre García y el arzobispo. 
 ¡Vaya biem!

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