El deporte se divide en dos tiempos: lo que ya pasó y lo que está pasando. Este pasado miércoles, la NBA se vistió de gala para celebrar ambos. Primero, Kobe Bryant, uno de los mejores atletas de los últimos tiempos, dijo adiós a la duela en la que tantas alegrías nos regaló con un emotivo encuentro que reunió la atención del orbe para ver los últimos minutos del conocido en el argot del baloncesto profesional como “La Mamba Negra”.

Dicen que recordar es volver a vivir, entonces haré memoria de algunos de los mayores logros de Bryant en su brillantísima carrera: Cinco campeonatos de la NBA, nombrado dos veces como el Jugador Más Valioso de las finales y uno de la temporada regular, tercero en la lista de mayores anotadores de la historia, 18 llamados al juego de estrellas en veinte años de carrera, entre muchos otros récords, sin embargo, y, a mi parecer, el legado más importante que deja es la enseñanza de que para ser el mejor no hay secretos ni caminos fáciles, sólo trabajo duro.

Bryant dice adiós a las canchas como uno de los mejores basquetbolistas de todos los tiempos, no obstante, vivirá en el recuerdo de todos los aficionados a este deporte.

Pero no todas fueron lágrimas de despedida, también las hubo de felicidad.

Los Warriors de Golden State hicieron historia al vencer a los Grizzlies de Memphis y romper la marca de 72 victorias de aquel equipo de los Bulls de Michael Jordan del 95-96. La hazaña fue lograda por el equipo californiano tras una temporada fantástica, la cual, quedará plasmada como la mejor en la historia de la NBA. 

Stephen Curry y compañía demostraron que los récords se hicieron para romperse y todavía les queda una dura prueba que comenzará este sábado en los playoffs, ya que, para coronar una increíble campaña regular será necesario vencer a James Harden, LeBron James, los Spurs de San Antonio y varios otros que intentarán quitarle esa aura de imbatibilidad a los dirigidos por Steve Kerr, quien curiosamente, también fue parte de la plantilla de los Bulls del 95-96.

El deporte nos regala nuevamente ídolos de los que hablaremos por muchos años, porque el presente está hecho de lo que aprendemos del pasado, y, peculiarmente, el tiempo se detuvo este miércoles por la noche para que disfrutemos del pasado y del presente.