No dejemos que desaparezca la lengua maya

Pese a los múltiples esfuerzos por mantenerla viva y con fuerza, la lengua maya presenta signos de agotamiento...

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Pese a los múltiples esfuerzos por mantenerla viva y con fuerza, la lengua maya presenta signos de agotamiento. El proceso de aparente colapso tardaría algunas décadas, por lo que hay tiempo para intentar mitigar una tendencia que, sin embargo, algunos especialistas consideran irrevertible.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, que incluyen a las personas monolingües y a los bilingües de maya y español, en 1970 el 40 por ciento de la población de la Península de Yucatán hablaba maya; en 1990 había disminuido a 34.6%, y actualmente no supera el 20%. 

Para colocarlo en perspectiva, cabe exponer que en México hay 16 millones de indígenas registrados, de los cuales 7 millones hablan su lengua materna. Las originarias con mayor número de hablantes son maya, náhuatl, zapoteco y mixteco, y de éstas la maya yucateca o peninsular es de las más vigorosas al poseer cerca de un millón en toda la nación.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) alerta que de los 364 idiomas originarios en México, 146 reflejan señales de extinción y 21 permanecen en una situación crítica. El mismo organismo de la ONU confirma que la extinción de lenguas, dialectos o idiomas es un fenómeno mundial, pues de las 6 mil 900 en el mundo, 3 mil podrían desparecer antes de que termine el siglo. 

De ese tamaño es el drama para millones de personas, para miles de culturas.

Los lingüistas establecen tres factores principales que propician la extinción: los que responden a presiones económicas y sociales; los derivados del peligro que corren las personas en migraciones masivas, y las surgidas por situaciones políticas e históricas.

En el caso de los mayas de la Península la vulnerabilidad de su idioma se produce por la necesidad de salir de sus comunidades para migrar a centros urbanos como Cancún o Playa del Carmen en busca de mejores condiciones laborales y acceder a satisfactores de una sociedad de consumo más moderna. 

Esta migración fomenta el abandono de la lengua materna, ya que en la práctica el maya no es útil en el nuevo ambiente y es relegado, más aún si a ello se suma que lamentablemente lo identifica con un grupo social subvalorado.

El hecho de que no se traspase de padres a hijos, de generación en generación, es un signo de extinción, y así la lengua nativa va quedando en desuso y se privilegia un idioma que les sirva para su progreso.

Además, hay una “carga” de estigmas sociales que recaen sobre la etnia y su lengua: el maya yucateco no tiene prestigio social en una sociedad clasista. La gente y sus mismos hablantes lo relacionan con una condición de pobreza y, desgraciadamente, sí es un grupo en el que prevalece la marginación.

Sin embargo, en sociedades maya y en territorios con mayor orgullo por sus tradiciones se observa que, pese a las presiones, se mantiene el idioma, aunque en círculos familiares o de amigos cercanos. Y es ahí donde debe potenciarse.

El primer paso lo dieron recientemente los gobiernos de Quintana Roo, Yucatán y Campeche con la Primera Reunión Peninsular de Seguimiento al Diseño Curricular del Libro para el Maestro, Segundo Ciclo, Asignatura Maya, que busca consolidar la enseñanza de la lengua en la educación primaria indígena.

Aun así la preservación no es fácil. Urge un gran proyecto social de revalorización, que le reasigne a la lengua un prestigio social, que se acabe por fin la idea de que el maya no sirve en destinos turísticos, y en la práctica se imparta en serio esa educación bilingüe para recuperar el valor social que merece.

La extinción parece no tener el mismo impacto ni despierta la misma atención en ciertos grupos sociales, pese a que se trata de un patrimonio universal invaluable. Y eso es condenable.

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