No es hora de mezquindades

México ha sido víctima de las atrocidades del imperio yanqui desde tiempos inmemoriales.

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México ha sido víctima de las atrocidades del imperio yanqui desde tiempos inmemoriales, la invasión norteamericana que terminó con la pérdida de más de la mitad de nuestro territorio, ha sido hasta ahora la mayor afrenta que hemos padecido por parte de la potencia del norte del continente.

Mucho se ha escrito sobre el papel que asumió el entonces presidente Antonio López de Santa Anna al enfrentarse a los estadunidenses en la guerra de 1847, de los errores militares, de su arrogancia al creer que México no podría perder contra el invasor, de sus descuidos inauditos cuando tenía al ejército gringo a su merced, e incluso de que se vendió a los estadunidenses.

Sin embargo, la historia, aunque en menor medida, nos cuenta también sobre la mezquindad de los propios mexicanos o mejor dicho de sus políticos, quienes, protegiendo sus intereses, se opusieron férreamente a Santa Anna en el peor momento, cuando las tropas invasoras estaban a punto de ingresar a nuestro país. No podemos olvidar tampoco la postura antipatriótica de la alta jerarquía católica, que incluso celebró la entrada del ejército norteamericano, en su paso por la ciudad de Puebla rumbo a la capital mexicana.

Esos pasajes históricos nos recuerdan que divididos siempre somos más vulnerables ante el verdadero enemigo que acecha desde el norte con las más siniestras intenciones, como es el caso hoy, cuando el déspota, racista, misógino y descerebrado Donald Trump, pretende construir el muro de la ignominia en la frontera con México.

El presidente del PRI hizo un llamado a todas las fuerzas políticas del país para formar un solo frente para apoyar al presidente Enrique Peña Nieto en su lucha para evitar que el fanático mandatario norteamericano se salga con la suya. El rechazo de varios partidos no se hizo esperar, y nos recuerda que en México, son más importantes los intereses sectarios que el interés superior de nuestra nación. 

Es verdad que Peña Nieto no es precisamente un presidente amado por el pueblo, es más, es uno de los más repudiados de los últimos cuatro o cinco, de eso estamos todos de acuerdo. Sus medidas antipopulares y su falta de inteligencia no suman a su favor para que le creamos que defenderá la dignidad nacional y que no terminará siendo comparsa del desquiciado Trump.

A pesar de todo ello, como mexicanos debemos entender que el enemigo en este momento viene de fuera, que está esperando una vez más que nos dividamos para lanzar la última tarascada mortal contra nosotros. 

Hagamos un frente único ante la amenaza, lo que no significa que estemos de acuerdo con el presidente Peña Nieto, pero ya llegará el momento de corregirle la plana; antes, tenemos la obligación moral y patriótica de apoyarlo.

Recordemos las luchas fratricidas durante la Guerra de Reforma, el divisionismo entre liberales y conservadores que propició que México se convirtiera en una monarquía, las luchas brutales entre los caudillos de la Revolución y cómo terminamos arruinados moral y económicamente. 

En este momento es obligación de todos pensar como una sola persona y mañana, habrá tiempo de ajustar cuentas a quienes desde dentro nos han saqueado inmisericordemente, porque de eso no podemos ni queremos olvidarnos. 

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