No hay manos puras, sino puras manos

En anteriores entregas apunté mi percepción sobre una posible subutilización de las redes sociales por parte de candidatos a cargos de elección popular...

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En anteriores entregas apunté mi percepción sobre una posible subutilización de las redes sociales por parte de candidatos a cargos de elección popular, partiendo de una escasa propuesta y de una poca creativa estrategia para tocar a la puerta de los potenciales votantes y atrapar su atención.

Pero ya en una estimación más amplia, dejando de lado lo retributivo que pudo resultar el aprovechamiento inteligente de tan poderosa herramienta en pro de la democracia, caigo en la cuenta de que las redes sociales han servido más para denostar y exhibir a personajes de uno y otro bando, es decir, el que ostenta el poder y el que lo busca –con todas sus variantes en cada demarcación municipal- que para estimular a la población para que acudan a las urnas este domingo 7 de julio.

El video con un tambache de billetes sobre el escritorio de autoridades municipales de Benito Juárez, más recientemente los números de cuenta bancaria del edil perredista de aquél polo turístico, las denuncias en contra del gobernador priísta por supuesta facilitación de recursos públicos para las campañas de sus correligionarios, el acopio de despensas, la compra de votos, burócratas obligados a participar en las campañas del tricolor, lo mismo que los trabajadores del ayuntamiento de Isla Mujeres para el PAN, y toda una parafernalia de acciones enfocadas a la descalificación, perfecto catalizador para el abstencionismo.

Pero ayer mismo comenzó a girar en las redes un documento por demás interesante, con la estrategia virtualmente adoptada por el PRI para respuesta inmediata en redes sociales: la “Operación Primavera”. 

El contenido, filtrado por algún priísta resentido o insatisfecho, tiene el objetivo de atajar cualquier crítica o señalamiento que pueda empañar el resultado de las elecciones próximas, que pueda cuestionar a la autoridad electoral o sembrar la duda sobre la imparcialidad del gobierno estatal en el proceso electoral, no sólo en Quintana Roo, sino en cualquiera de las otras entidades que celebrarán elecciones ordinarias y donde se ha detectado una creciente “beligerancia” por parte del PAN y PRD.

La estrategia refiere a la difusión de una serie de mensajes, decenas de ellos, a través de las redes para manipular la percepción de los votantes en cuanto a los postulantes de los partidos distintos al oficial y pretender que los del tricolor son la mejor opción.

No dudo que los otros partidos políticos hayan urdido sus propias maniobras, porque, como bien reza la vieja máxima “en la guerra y en el amor, todo se vale” y esto, es una guerra electoral; sin embargo, echar mano de todos los recursos al alcance para obtener la victoria tiene un costo que en algún momento habrá de pagar el vencedor y que, en estos términos, nunca será el elector.

Jamás tuve inclinación partidista alguna. Hoy en verdad que no pudiera decidir por inscribirme en alguna de estas organizaciones, cuya ideología se ha ido amoldando a los requerimientos fijados para alcanzar el poder.

Los amarillos se vuelven azules, pasando por verdes y luego tricolores o viceversa, con tal de ocupar un cargo público. No importa si aquella ideología se ve pisoteada.

Hace poco platicaba con viejos amigos, algunos de ellos inmersos en el sistema, otros involucrados en la política y los más explorando la posibilidad de acceder a una mejor calidad de vida en otro país. Al cabo, los mensajes a través del famoso Whatsapp fueron de coincidencia en cuanto a la búsqueda del poder por el poder.

No sé cuánta gente leerá estos apuntes. Me gustaría que fueran millones. Pero si logro tocar la fibra de algunas decenas para que consideren salir a votar este domingo, quizás hagamos juntos la diferencia. No se trata de elegir al “menos peor”, sino de hacer la apuesta por alguien que los propios ciudadano decidamos a partir de su formación como persona, por su desempeño en la sociedad.

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