No es hora de perder la calma

¿Qué está pasando que hace que perdamos la calma en época de crisis? ¿Será la impotencia de tener que afrontar cotidianamente todo tipo de problemas?

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Recientemente me causó preocupación un suceso, dentro de una institución del sector salud en nuestro aún tranquilo Yucatán. Mientras “alguien” esperaba consulta, la desesperación lo hizo presa y su respuesta inmediata se tradujo en un acto violento que lastimó a quien tiene como trabajo plasmar el nombre y datos de cualquiera que solicite atención.

Si bien las reacciones humanas pocas veces son predecibles, es reprobable la agresión física o verbal. Lo anterior lo menciono toda vez que los moradores de la tierra del Mayab se caracterizan por no tener una actitud hostil. Su paciencia y prudencia los destacan de los de otras latitudes. 

¿Qué está pasando que hace que perdamos la calma en época de crisis? ¿Será la impotencia de tener que afrontar cotidianamente problemas económicos, morales, desempleo, enfermedad, corrupción, dependencia, por sólo citar algunos?

Uno o varios de los elementos referidos rompen el estado mental en que predomina la paz. Este tipo de comportamiento encajaría dentro de aquellos que calificamos como hiperactivos, quienes ante pequeños estímulos pierden la calma y su capacidad de juicio disminuye francamente.

Si lo analizamos desde el punto de vista médico, este desbalance emocional galopante acelera la arterioesclerosis, afecta funciones sexuales y puede ser el desencadenante principal de enfermedades cancerosas. Desde el punto de vista sociológico, no olvidemos que …“el individuo es el producto social de una historia de la cual busca devenir el sujeto” (De Gaulejac y Rodríguez Márquez, 2006). Podríamos decir que la agresividad no es sino el impulso negativo y destructor, por lo que es importante que,  ante una catástrofe o eventualidad, nos olvidemos de creencias, clases, edades, colores políticos y religión. Todos somos iguales, con sentimientos, virtudes y defectos.

Con base en lo anterior, más allá de las vicisitudes circunstanciales que nos toman como víctimas y se traducen en patologías con síntomas dolorosos que afectan al colectivo y rebasan la capacidad instalada para la atención de nuestra salud, la prudencia, cordura y sensibilidad humana deberán ser los valores claves para que unidos salgamos adelante.

Cada uno de nosotros es mucho más que cualquier imponderable, por ello no hay que caer en la desesperación. Si bien ver la salud personal o de seres queridos quebrantada podría orillarnos a perder la calma y llevarnos a adoptar comportamientos violentos, evitar  ser presa de arrebatos inmaduros y degradantes deberá ser la constante del actual ser humano. Todos necesitamos de todos, no lo olvides.

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