No reprobemos ante el bullying

Por enésima ocasión el bullying está en boga. Debió morir un niño...

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Por enésima ocasión el bullying está en boga. Debió morir un niño, en Tamaulipas, para que el tema fuera de interés público otra vez y motivara más compromisos de distintos sectores.

Los casos parecieron replicarse de un momento a otro en el país: primero fue en Tamaulipas, donde detuvieron a tres por la muerte del menor; luego Puebla, después Zacatecas y, no podía faltar, Quintana Roo. Aquí, una madre denunció que su hijo fue maltratado en la primaria “Vicente Guerrero” del municipio José María Morelos. Es la más reciente, porque de enero a abril se registraron 13 quejas en la Comisión Estatal de Derechos Humanos. 

En realidad el acoso escolar no ha logrado prevenirse con éxito mediante talleres, capacitaciones ni leyes. La XIII Legislatura puso al Estado en 2013 entre los primeros en aprobar una ley para prevenir, atender y erradicar la violencia entre los estudiantes. ¿Ha surtido efecto? Sí, pero aún insuficiente.

En pleno apogeo de este debate, la Comisión Nacional de Derechos Humanos alertó que no sólo hay más quejas, sino que el grado de violencia ha recrudecido y las acciones de las autoridades no se han desarrollado con la velocidad requerida y ni siquiera han establecido mecanismos para evitarla. Y soltó la cifra: 918 quejas, en los últimos siete años, relacionadas con violencia en los planteles. Mientras en 2007 recibió 163 denuncias, en 2013 atendió 252.

El problema se entiende, en este último renglón, cuando el Instituto Mexicano para la Competitividad ha divulgado diversas anomalías, como cientos de docentes inexistentes, algunos con sueldos estratosféricos, cientos mal calificados, decenas sin vocación… En fin, un panorama devastador. Peor aún, cuando autoridades y líderes sindicales niegan la investigación, descalifican a los que difunden la verdad y desvían la atención de un asunto prioritario, terminando por solapar las corruptelas que hipotecan el futuro de la nación.
¿Qué sucede? El presidente Enrique Peña Nieto dio en el clavo: “El acoso que se vive en las escuelas refleja el nivel de violencia que se vive en las calles". Eso es. Mirado con honestidad, el tópico evidencia la educación sin valores en millones de hogares y el error de brindar sólo información (y no formación) en la mayoría de las escuelas, donde el maestro también debe cumplir ese rol.
 
La exigencia empieza en casa, donde padres y hermanos mayores deben inculcar los valores que dan orgullo y dignidad a todo ser. En algunos países latinoamericanos los programas se enfocan a canalizar esa actitud impetuosa a los deportes altamente competitivos, en los que rudeza y astucia son cualidades aceptadas. 

Esto ya no es “juego” ni broma pesada; los muchachos lo cometen por placer, lo cual queda demostrado en los videos subidos a redes sociales.
 
Se sabe que la exposición de las víctimas tiene un efecto demoledor en lo académico y lo emocional, con resultados nefastos en su personalidad. Son ellos quienes se convierten en potenciales suicidas o delincuentes. Son ellos el presente y futuro del país.

La web está saturada con información de cómo debe actuar la víctima y sus padres frente a una agresión, pero falta contenido valioso acerca de cómo prevenir la conducta del agresor. Sin duda, falta por hacer en un ámbito tan vital para el desarrollo, como es la educación con calidad.

En síntesis, los cursos impartidos, las acusaciones con rigor, la cárcel y las recomendaciones emitidas no han logrado cumplir los principales objetivos en torno a la reparación del daño, la capacitación del personal para un mejor cumplimiento y las medidas de garantía de la no repetición. 

El ciclo acabará en pocas semanas más, lo cual limita el actuar, porque los niños, los protagonistas de las historias, estarán descansando. Con esa limitante, resulta impostergable comenzar un nuevo semestre con programas definidos.

Por lo pronto, autoridades, docentes, representantes sindicales y padres de familia, tienen mucha tarea.

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