Nuestra madre y nuestra salud

Qué fortaleza, qué sabiduría, humildad y sumisión caracterizaban a las madres de antaño. El amor era su refugio y fortaleza.

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Anoche en la sala de casa, recorrí mi derredor y me fui topando con  figuras de santos, una veladora encendida y fotos que evocaron recuerdos que me obligaban a reflexionar sobre los vertiginosos cambios  estructurales y legales de las últimas cinco décadas.

Vinieron a la mente películas del cine nacional de los años 50 a 90, que mostraban al sexo femenino como un objeto o moneda de cambio dentro del ámbito social o laboral de aquel México lleno de chocolate “abuelita”, tequila, pistolas y machismo por doquier. 

Embebido en pensamientos,  se me  nublaron los ojos al sentirme atrapado en más de alguno de mis pasajes infantiles rodeado de seres queridos que al día de hoy se me adelantaron en el inevitable ciclo de la vida que finaliza con la muerte. Nostálgicamente  recuerdo aquellas noches escuchando la radio de “bulbos” de la cocina, que intentaba adormecerme  a través del programa del “Chocolate Pérez”.

Mientras mi madre, después de haber cerrado la infinita e interminable lista de actividades de la casa, esperaba sentada  frente al televisor en blanco y negro de la sala que llegara la hora del “Noticiero Yucateco”, donde el conductor del mismo era ni más ni menos que mi padre. Qué mujer. 

Qué fortaleza, qué sabiduría, humildad y sumisión caracterizaban a las madres de antaño. El amor era su refugio y fortaleza, su paciencia e inteligencia  los pilares de esa casi extinta institución familiar tradicional. Sería inconcebible imaginar a “Al Capone” o “Los tres García” sin una madre a quien obedecer sin titubeos; o cómo evitar reconocer que ante la menor contingencia (enfermedad, divorcio, pleito, malas notas o pérdida del empleo), lo primero que clamamos y anhelamos es la caricia, comprensión y calor de nuestra madre. 

Si bien los tiempos cambian y ninguna época es mejor que otra, sino diferente, no podía dejar pasar a través de este relato la necesidad de expresar mi más grande admiración por mi madre y por todas las mujeres que de alguna manera han sido el sostén físico y moral de nuestra sociedad yucateca.

Algunos ya se preguntan,  ¿y qué tiene que ver el Día de la Madre con Debate y Salud?  Mi respuesta ipso facto sería: mucho. Para poder tener salud física (desde la infancia), social, familiar y laboral, necesitamos de esa sensibilidad, actitud de servicio, paciencia y “toque mágico” que sólo las mujeres y por ende nuestras madres poseen.

Felicidades a mi madre y a todas las progenitoras de este mundo. Les agradezco hoy y siempre  por soportar la insensatez, soberbia e inmadurez de muchos varones misóginos y/o ciegos y sin humildad.

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