Aminorar o tratar de revertir los efectos nocivos que trae consigo la creciente urbanización de las ciudades es un tema que, afortunadamente, cobra cada vez más conciencia entre la sociedad y las autoridades.

Es tema de capital importancia no sólo porque se trata de preservar o incrementar la calidad de vida de los ciudadanos, sino porque el desorden en el crecimiento urbano pone en riesgo, en no pocas ocasiones, la vida misma de las personas. Inundaciones, deslaves, contaminación del aire y el agua por la acelerada deforestación dan cuenta de ello.

Una ciudad no será generosa y amable para la vida humana si se desatiende el requerimiento de combinar el inevitable crecimiento de la mancha urbana con acciones que respeten y mejoren el entorno ecológico. Si bien Mérida  puede presumir de no tener aún los graves problemas de otras urbes, no se puede ocultar que han ido disminuyendo nuestras zonas arboladas.

De allí que sea grato enterarnos de la rehabilitación por parte de los gobiernos federal y estatal de un gran área del poniente de la ciudad para convertirla en un Parque Lineal Metropolitano que sea un gran pulmón para nuestra urbe. Es una acción que de concretarse será benéfica para los meridanos. Así lo fue el rescate por parte de autoridades municipales de lugares antes abandonados y que eran focos de inseguridad y de insalubridad, como las zonas  donde pasan los cables de alta tensión de la CFE o antiguos bancos de materiales, como el que se ubicaba en el hoy Parque Ecológico de Poniente, que de ser calamidad pasaron a convertirse en zonas de esparcimiento y ambiente saludable.

Es preciso que acciones como estas continúen y que se realicen –como gratamente parece ser–  en los mejores términos de respeto y coordinación entre autoridades y dando transparencia, en su caso, al manejo de los recursos económicos empleados. Lo contrario empañaría el buen propósito.