Ofensiva de la CNDH contra la UNAM

La mala relación entre Plascencia y González Pérez es ampliamente conocida y hoy el enfrentamiento llega a niveles que exceden los límites de actuar de un funcionario.

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La semana pasada fuimos testigos de un espectáculo lamentable montado desde la Comisión Nacional de los Derechos Humanos contra la Universidad Nacional Autónoma de México.

A propósito de la agresión y acoso por parte de un profesor contra una estudiante de primer año de la Preparatoria 9, el ombudsman Raúl Plascencia y su equipo han utilizado a la propia Comisión y a los medios como un ariete para golpear a la institución que encabeza el rector José Narro Robles y, específicamente, a la oficina del abogado general Luis González Pérez, para ajustar viejas cuentas.

La mala relación entre Plascencia y González Pérez desde que ambos coincidieron, uno como visitador y otro como encargado del programa de Agravio contra Periodistas, en la CNDH, es ampliamente conocida y hoy el enfrentamiento llega a niveles que exceden los límites del actuar de un funcionario público.

Sin duda, es un acto deleznable que un profesor universitario utilice su posición de autoridad para acosar y agredir a un alumno y esa circunstancia no puede quedar impune; es más, el ejemplo de esta jovencita de acusar a su agresor debe ser tomado como ejemplo frente a casos similares que obviamente no solo se presentan en la UNAM, sino en otras instituciones educativas públicas y privadas en todos los niveles, al igual que en el mundo laboral, por desgracia.

Lo interesante del caso es que hoy, gracias a una acción insidiosa por parte de la CNDH, la UNAM está en entredicho, cuando fue precisamente la oficina general universitaria la que acompañó a esta jovencita a presentar la denuncia correspondiente ante el Ministerio Público y siguió todo el proceso administrativo correspondiente para conseguir el despido fulminante de este profesor indigno de ser llamado universitario.

Pero más interesante se pone la cosa cuando evaluamos el trabajo desarrollado por la CNDH bajo el mandato de Raúl Plascencia, que lo ha convertido en un órgano que va a la zaga en materia de la defensa de los derechos humanos de los mexicanos entre los actos de la autoridad y mucho más porque ha sido la Suprema Corte la que durante los últimos años ha ido a la vanguardia, con sus fallos en la ampliación y reconocimiento de las garantías fundamentales de los mexicanos.

Valga entonces un extrañamiento.

Simplemente el uso personal que se dé a una institución pública como la CNDH, a manos de Plascencia, es francamente inaceptable.

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