'Ojos maternales....'

Si tienes una madre todavía... quiérela y no le lleves un ramo de flores, llévale un ramo de tu amor.

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¿Por qué la tristeza se hace llanto cuando recordamos a la madre ausente? Saber que nunca más volveremos a contemplar sus ojos celestiales y acariciar sus benditas manos.

Es el dolor hecho carne. Es la nostalgia vivida. Es cuando el corazón se desgaja y el alma en un grito se ahoga. ¡Ojos maternales, cómo los extraño en las noches de angustia!  Su mirada era paz, amor y consuelo.

Su ausencia es una herida sangrante que destila... dolor, llanto y tristeza. Sólo nos consuela vivir su recuerdo, saborear las nostalgias. Sentir que su ausencia es presencia pues nos reconforta. Algún día... muy pronto, volveremos a estar juntos y viviremos el amor materno, al volver a contemplar aquellos ojos maternales. El párrafo anterior lo escribí hace mas de 15 años y aún al leerlo.... ¡me lastima!

Mi madre dejó este mundo hace 27 años, y hoy más que nunca sigue siendo un faro que alumbra mis penas y reconforta mis penas. Pues siempre siento su presencia, aunque sea ausencia. Su presencia en los momentos de crisis emocional, cuando percibo su tibia mano en mi hombro, para consolarme y darme ese apoyo que sólo una madre puede ofrecer. Su presencia en consejos no pronunciados, pero si recibidos con la mente. Cuando en los momentos de duda sus enseñanzas han sido una guía espiritual en mi vida, y me han ayudado a conllevar mi existencia. Entendiendo que la vida es bella cuando se vive para los demás y se manifiesta en obras de servicio.

Cuántas madres hay en este mundo que desean que sea 10 de mayo todos los días. Porque necesitan el amor y el cariño de sus hijos, que no las visitan y rara vez les manifiestan su amor. Sólo el 10 de mayo reciben migajas del amor de ellos. Nuestras madres no desean regalos ni dinero, ellas desean un amor sostenido, que día a día les alimente la vida y les dé un motivo para existir. Ellas quieren salir del abandono físico y emocional en que se les ha confinado, pues sus hijos las han abandonado a una existencia  de soledad y de ostracismo.

Si tienes una madre todavía ¡cuánta envidia me das! Pues la mía se fue y dejó un hueco en mi vida, que sólo lo ha ido llenando el tiempo. Si tienes una madre puedes visitarla todos los días y manifestarle tu amor, tu respeto y llenarla de besos y de abrazos. Eso es lo que ella quiere. Que le abras tu corazón, no desea que le abras tu cartera. No desea saber que la quieres, desea... ¡sentir que la quieres! Lo único que le puede llenar ese vacío existencial y sacarla de la tristeza es... ¡tu presencia!

Madre, amor hecho realidad. Ternura depositada en la tierra por Dios, para manifestar su amor y dar eso que sola una madre puede proporcionar: amor, bondad y cariño. Porque Dios hizo copartícipe a la mujer de su creación en la tierra, dándoles a las madres el poder de crear junto con Él a un hombre en su seno. Ya que desde el momento de la concepción, la madre al hijo lo empieza a querer y a nutrirlo con su amor.

Decir madre es casi pronunciar el nombre de Dios, por el amor que encierra y la belleza infinita de esta palabra celestial…. madre.

Si tienes una madre todavía... quiérela y no le lleves un ramo de flores, llévale un ramo de tu amor. Dale un pedazo de tu corazón y exprésale hoy, en vida, lo que tal vez mañana lo digas con lágrimas en los ojos al no tenerla y estés sufriendo su ausencia. No olvidemos: “Cuando las manos se vacían el corazón se llena, y cuando vaciamos el amor del corazón en nuestra madre, Dios sonríe en el cielo y nos obsequia un pedazo de su amor.” 

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