One direction para los Reyes Magos

Lo único que quise pedirles a los Reyes es que el SAT cerrara sus listas de deudores con tres candados como la puerta negra.

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Con la esperanza de que la nobleza monárquica sea más cumplidora que la dudosa democracia representativa, en mi cartita a los Reyes Magos no pedí la paz mundial (ni que fuera Miss Universo, pero me conformo con que cunda la calma en Apatzingán); ni que triunfen los Pumas esta temporada (sería más fácil que se cumpliera todo el exacerbado triunfalismo autocomplaciente del peñismo); ni que la desobediencia civil pacífica sea más proactiva que ver al Noroñas negándose a pagar el IVA de un jugo Boing (cuando menos se hubiera comprado un tiempo compartido en Kafkapulco para ir más allá de los simbólico); ni que se aclare el accidente aéreo del líder de las autodefensas en Michoacán, porque sería menos complicado que los ratones verdes pasen al quinto partido en el Mundial.

Tampoco me tomé la molestia de solicitarles a Melchor, Gaspar y Baltasar que las leyes secundarias en materia energética no conviertan a Pemex en el Exxon Valdez, pues como diría Chava Flores, al ritmo de a qué le tiras cuando sueñas mexicano, ya aprendimos a dejar de buscar el tesoro que Cuauhtémoc fue a enterrar.

O que la izquierda mexicana refresque sus liderazgos con personal que tienda puentes entre sí, que se deshaga de los lastres del melodrama ranchero, léase chuchinero, la falta de inteligencia emocional y sentido del humor.

Eso es lo único que se extraña del viejo subcomanche Marcos, la ironía, la gracejada, la intensidad sardónica que representaba frente a una izquierda solemne, oxidada, repetitiva y aburrida como la de hoy día. A los 20 años del movimiento zapatista, es curioso que no haya habido cuando menos un tronar de cohetes en San Cristóbal para medio asustar al menos el milagro de la reproducción publicitaria del góber Manuel Velasco que en su autohomenaje solo tiene una One direction, la suya.

Ya, para no darle lata a los que siguieron en Galilea la estrella del señor, lo único que quise pedirles es que el SAT cerrara sus listas de deudores con tres candados como la puerta negra. No puede ser que anden balconeando a gente y empresas tan probas, dejando fuera a otros nada ingenuos charlatanes —que hacen legión— y que seguramente se sienten mal por no haber sido incluidos.

Claro, también en Hacienda tienen la culpa pues la reforma fiscal de Videgaray es tan tortuosa e intrincada, laberíntica y burocrática, que parece asesorada por los de sorteos de la FIFA.

Espero que esos reyes no serán mirreyes. 

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