Otro cuento del enano de Uxmal (III)

Llegó ante el rey y todos los presentes se rieron de su figura, menos el viejo soberano, que estaba miedoso y triste.

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Cuando el enano llegó ante el rey, como dispuso el monarca, todos los presentes se rieron de su figura, menos el viejo soberano, que estaba miedoso y triste. Entonces le dijo el rey al enano:

-Si es verdad que eres el que debe ser rey de Uxmal, demuéstralo. 

Y el enano contestó:

-Deseo saber cómo debo demostrarlo.

A lo que el rey agregó:

-Si eres quien está anunciado para sustituirme, tienes que tener más sabiduría que yo mismo. Dime, pero sin equivocarte en uno solo, cuántos frutos hay en las ramas de esta ceiba, bajo cuya sombra estamos.

El enano miró hacia el árbol cuyas ramas estaban llenas de pequeños frutos y contestó:

-Yo te digo que son diez veces cien mil, más dos veces setenta, y tres veces tres, y si no lo crees, sube tú al árbol y cuéntalos de uno en uno.

El viejo rey quedó confuso y bajó la cabeza, pero al poco rato levantó los ojos llenos de orgullo y dijo:

-Bien saliste, al parecer, de la primera prueba, pero eso no es bastante, así que mañana mandaré construir en medio de esta plaza un tablado alto para que todos puedan verlo. Allí te pondrán, y el ministro de la justicia romperá sobre tu cráneo, con un maza de piedra, todos los frutos de palma que contiene una medida llena. Si sales bien de la prueba será verdad que eres el rey que ha venido.

Y el enano respondió:

-Está bien, pero a condición de que, si quedo vivo, tú deberás sujetarte a idéntica prueba.

-Yo sufriré todo lo mismo que tú -dijo el viejo rey-. Y así serán los dioses los que decidan y no nosotros. Pero tienes que pasar una prueba cada día, hasta llegar a tres.

-Vuelve por donde viniste y regresa aquí mañana –ordenó el soberano.

-Iré y volveré -respondió el enano-, pero como el camino que conduce desde aquí a mi casa es estrecho y pedregoso, y no es propio para que pase un rey, yo haré uno digno de mí, y por él vendré mañana.

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