Paco Marín y sus 'Gatos amarillos'

El autor de la obra teatral se aleja de la historia criminal de Caín y Abel para acercarse al tema de lo Uno entre hermanos, profundizar en él y poetizar su tragedia de otra forma.

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El tema de los hermanos como relación primordial estructura de muchas maneras, desde los mitos, una buena parte del pensamiento filosófico en todas las culturas.

Lo tenemos en los Káurabas y los Pándavas del Mahabharata, Cástor y Pólux, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, hasta el Caín y el Abel judeocristianos.

Tema inacabable que de muchas maneras nos habita a todos. Los odios y los amores entre hermanos, sus rencores y sus recuerdos dulces, la dialéctica, en fin, de lo fraterno es algo que llega a nuestros días, empapa el psicoanálisis e inclusive aterriza en la novela con John Steinbeck y de ahí salta al cine para lanzar al estrellato a otro mito, el de James Dean, con “Al este del Paraíso”, dirigida por Elia Kazan hace 60 años.

En nuestros escenarios de Mérida, y con muy buena fortuna, retoma ese tema un creador tan completo como Paco Marín en su espectáculo “Gatos amarillos”, con un espléndido texto de su autoría.

Al contrario de Steinbeck y Kazan, Paco Marín se aleja de la historia criminal de Caín y Abel para acercarse al tema de lo Uno entre hermanos, profundizar en él y poetizar su tragedia de otra forma. Deja abierto el final, o los posibles finales, para que el espectador decida.

Lo que a él le importa es asomarse sobre todo a los sueños, a los delirios de sus dos personajes y desde ellos reconstruir varios mundos.

Para hacerlo, introduce otro mito, el de “Kikí de Montparnasse” cuyo nombre (Alice Prin) es mucho menos conocido que la foto de su desnudo de espaldas que le hiciera Man Ray (“El violín de Ingres”), que no fuera, por cierto, su único desnudo para el genial fotógrafo.

Los rompimientos oníricos entre la cotidianidad de dos chavos que juegan y los años 20 de Kikí son subrayados por el tratamiento que da Paco Marín a su texto. Verso blanco en el que brillan endecasílabos y heptasílabos construidos con belleza y pleno dominio.

Al propio tiempo, la puesta en escena juega con los ritmos constantes de la pelota de basquetball que hace contrapunto a rítmica y acentuación del texto.

Paco Marín encabeza un grupo teatral que lleva el nombre de su anterior puesta, “Caballo azul”. Encarnan con fervor y cuidado la realidad y el delirio Alfonso y Rafael García Medin, Laura Zubieta, Andrea Urban y Randia Escalante. 

La próxima función será el 11 de octubre en el Centro Cultural Tapanco.

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