Padrinos

Los padrinos en el ámbito político juegan un papel que a veces es determinante, inclusive de mayor peso que la capacidad y la aptitud del ahijado.

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Con la presentación del Tercer Informe de Gobierno el pasado mes de enero, ha dado inicio también la carrera política hacia las elecciones del 2018. Una carrera larga, de resistencia, de aguante, de condición física y económica, en la que sólo alcanzan a llegar a la meta los más fuertes, los más aptos, o… los que tienen los mejores padrinos.

Efectivamente, los padrinos, en el ámbito político juegan un papel que a veces es determinante, inclusive de mayor peso que la capacidad y la aptitud del ahijado, aunque para los puestos más relevantes es imperativo ser muy sagaz, persuasivo, inteligente, capaz, física e intelectualmente fuerte, además de por supuesto contar con al menos un par de padrinos de alto, muy alto nivel.

Pero no solamente existen los padrinos políticos, en el mundo de la cooperación es común el apadrinamiento, que permite mejorar las condiciones de vida de un niño o niña pertenecientes a una comunidad vulnerable, o para patrocinar proyectos educativos, de alimentación o de salud, en beneficio de una comunidad que se encuentre en situación de desventaja social y económica.

Es en el ámbito religioso en donde mayor uso se da a la figura de los padrinos, y en especial en las diversas corrientes cristianas. En la religión católica, el canon 872 del Código de Derecho Canónico establece que, en el bautismo, la función del padrino es “juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo, y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo”. El canon 873 señala: “Téngase un solo padrino o una sola madrina, o uno y una”, y luego el 874 dicta los requisitos que han de exigirse para que una persona sea admitida como padrino.

He tenido la suerte de poseer padrinos excepcionales, Wilberth y Alma en mi bautismo, y el Pbro. Sebastián Peniche Monforte (qepd) en mi confirmación. Los dos primeros han sido fieles colaboradores de mis padres en mi formación. Su cercanía, gentil atención, pero, lo más importante, su ejemplo constante como cabezas de una familia sólida, unida y amorosa, constituyen una valiosa herencia que sin merecerla recibo y procuro honrar. El Padre “Chavo”, por su parte, desde cualquier rincón del mundo donde estuviera, siempre estuvo pendiente de mí, y en sus visitas a Mérida resultaba imperativo que me regalara al menos un par de horas de fascinante charla, acompañada de su muy característico, fuerte y franco apretón de manos, mientras me dirigía esa mirada siempre honesta y transparente.

Y con los padrinos, también se generan compadres. Según recuerdo, el tercer domingo de marzo de cada año, que en esta ocasión sería mañana, se celebra el Día del Compadre, aunque no sé si ya ha sido abolido, o simplemente ha perdido fuerza comercial, porque no he visto mucho revuelo al respecto, como solía ocurrir hasta hace pocos años. De cualquier modo, ¡felicidades a mis compadres, ahijados y padrinos!

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