Palinuro en la escalera

El Capítulo 24 trata del último viaje de Palinuro, quien se arrastra como una oruga para morir en el cuarto piso del edificio que habita en la Plaza de Santo Domingo.

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Como en este 2 de octubre no me quedó claro a quién tiraron la piedra y, sobre todo, quiénes escondieron la mano, decidí recordar la fecha en diálogo con uno de los capítulos del monumento narrativo que es “Palinuro de México”, de Fernando del Paso. El Capítulo 24, penúltimo, que lleva por título “Palinuro en la escalera”. 

Una vez cumplido mi propio ritual sesentaiochero me di cuenta de que esa novela debe ser leída varias veces en la vida porque cada edad le aumenta brillo al poliedro barroco que la constituye.

El Capítulo 24 trata del último viaje de Palinuro, quien se arrastra como una oruga para morir en el cuarto piso del edificio que habita en la Plaza de Santo Domingo, tras ser herido por algún soldado y golpeado por un tanque en el Zócalo de la Ciudad de México, aunque no el 2 de octubre sí al final del mitin del 28 de agosto. Pero su viaje comienza 500 páginas atrás cuando el narrador lo encuentra bañándose en vinagre contra liendres y ladillas y le alcanza el chaleco de rombos que Palinuro le pide para vestirse, el mismo chaleco que Palinuro se arrancará para morir al final de su escalera. 

Me ha sido necesario, pues, recomenzar el viaje con Palinuro en su ascenso-descenso a los infiernos.

El 24 es el único capítulo escrito como obra de teatro. Y lo es tan redonda que Mario Espinosa la montó en octubre de hace 20 años, o sea a los 25 años de la tragedia de Tlatelolco. Una tragedia que dejó víctimas (desaparecidos, torturados y muertos) desde el 26 de julio de ese 1968.

“Palinuro en la escalera” es un esperpento que juega con los personajes de la Comedia del Arte, con los vecinos del viejo edificio y con el trío protagónico (nunca sabremos si es un dúo, aunque así lo supongo) formado por el narrador, Palinuro y la Estefanía más bella que el lector pueda imaginar.

Entre otras, Palinuro, agonizante, lanza una frase que exige toma de partido:
“Nada tiene remedio ya. Lo único que queda es empeorar las cosas.”
Unos, de acuerdo, fueron a morir a la guerrilla. Otros buscamos caminos para hacer política desde la oposición. Y muchos se acomodaron como si nada aunque hoy levanten banderas en el más puro y teatral ejercicio de la gesticulación.

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