Tan preocupados deben estar por el incierto destino del Piojo y sus ameritricolores que ojalá gobernadores, alcaldes y achichincles no dejen que les pase con Raymond lo que les ocurrió con Ingrid y Manuel. 

Conociéndolos, son capaces de decir que nadie les avisó, que no sabían ni qué onda por estar lucubrando sobre las reformas estructurales y que estaban revisando sus e-mail para ver si no habían caído en la operación Whitetamale del gobierno de Obama. Sí claro, seguro los de la NSA estaban preocupados por cuántos pedidos de pomos, zapatos y teiboleras hicieron durante su mandato.

O sea, hay que estar muy truchas con los huracanes, más si son erráticos como éste y el de la reforma hacendaria. No podemos caer en las trampas de la fe de quienes la miran desconfiadamente solo porque deja sin razón de ser a la clase media jodidona y media (según Chava Flores), pero de manera heroica pone en calidad de maestros rijosos de la CNTE a concanacos y concamines (diría Valentín Campa).

Digo, no puedes tener todo; poner a nivel de especie en extinción a un grupo de mexicanos que ni pichan ni cachan ni dejan batear, y al mismo tiempo darle unas pataditas en las espinilleras a la iniciativa que está muy muina porque no la dejan trabajar ni le permiten salvar al México como El Piojo afirma lo hará con el TRI porque la patria es primero. Por alguna extraña razón cree que por llevar en su pecho los colores del América, los ratones verdes dejarán de serlo.

Algo que solo se puede comparar con la gran frase de don Felipe de Jesús que, ataviado cual émulo de Iturbide, espetó que el espionaje yanqui no era una ofensa para él sino para el país.
¡Papantla tus hijos volan!

Lo bueno es que con su retorno, Josefina Vázquez Mota lo que quiere es ser contrapeso, no fenómeno meteorológico.

Como sea, lo mejor es que en la iniciativa hacendaria del PRIcámbrico temprano, apoyada por el PRD, en consonancia con la idea del Ejecutivo que busca chisparle a la cultural algunos millones a su presupuesto, también se contempla mandar a las mazmorras del SAT a escritores y artistas, cuyas labores no son prioritarias cuando se requieren polos de explotación —de desarrollo— y no novelas, performances, pinturas, esculturas, poemas ni obras de teatro ni nada de esas cosas que pasan de cotizar en la bolsa o de generar intereses. La cultura está muy sobrevalorada.

¡Ni modo de impedir que avance la ignorancia como Raymond por su casa!