Para servir

Rolando Zapata antes de pensar en el brillo de un evento, de la magnitud que fuere, fue sensible a la desesperación de una madre por ver a sus hijos.

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La semana pasada, cuando en este mismo espacio hablé de los tres años de gobierno de Rolando Zapata Bello y  su tenacidad   para dar cumplimiento a su promesa ético-moral de no cambiar ante el ejercicio del poder, parecía que hablaba de un asunto abstracto, intangible, difícil de medir, a diferencia del ejercicio presupuestal o de la obra pública, que pueden evaluarse en pesos o en metros cuadrados. 

No dudo que a alguno de los lectores pudiera haberle parecido como la expresión de un juicio de carácter meramente subjetivo. Sin embargo, en el transcurso de la misma semana la vida, o el acaso, me regaló un par de sucesos que pueden hacerlo tangible y ayudarme a destacar su importancia.

Bien hecho.- Se trata en primer lugar de lo sucedido en Estados Unidos, en la Casa Blanca, y que tuvo como protagonista al carismático presidente Barack Obama, cuando, en un evento oficial en el que presentaba como un logro de su gobierno la autorización federal para la unión legal de parejas no convencionales, un ciudadano lo cuestionó, interrumpiendo su discurso.

El mandatario le dio una breve respuesta y le pidió respeto; como el díscolo no entró en razón, le ordenó a los guardias que lo expulsaran. La gente aplaudió, en una muestra de apoyo a su Ejecutivo.

Aquí también.- En Mérida, en un evento de carácter nacional, sobre asuntos de equidad de género y contando con la presencia del secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, igualmente, cuando hablaba el gobernador fue interrumpido por una señora.

Sin perder la compostura, Zapata Bello le comentó que si lo esperaba le daría atención y le procuró un lugar en primera fila. La dama aceptó, esperó y fue atendida. Se trataba, luego lo supe, de una madre que había sido separada de sus hijos, a la que un juez le concedió la patria potestad, pero que por razones de la burocracia no les habían sido entregados.

También aquí la gente aplaudió para apoyar al mandatario, así como para acallar a la solicitante, pero el resultado fue otro, de mejor oficio, por decirlo así, pues el Gobierno del Estado agilizó los trámites y al día siguiente los niños se reencontraron con su progenitora.

Los que criticaron deficiencias en el sistema de seguridad del gobernador se equivocan; los que farisaicamente se indignaron por la falta de respeto a la investidura del mandatario también erraron.

Porque Rolando Zapata se ha mantenido firme en sus convicciones ante el ejercicio del poder; antes de pensar en el brillo de un evento, de la magnitud que fuere, fue sensible a la desesperación de una madre por ver a sus hijos y decidió cumplir el objetivo de su gobierno: servir a la gente.

Por ello es que ha procurado eliminar los obstáculos para que la gente pueda acercársele  a platicarle sus cuitas. Por eso se mantiene en estrecho contacto con la gente. No gobierna sólo para los notables, ni busca el aplauso de los “principales”. Gobierna para servir. Hace bien.

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