Parece que ya aflojó el cuerpo

Debió tener su chiste ir a tocar en su depa para irle a cobrar los atrasos del mantenimiento o pedirle que sus guaruras movieran las camionetas que estorbaban en el estacionamiento. Y peor aun si lo agarrabas torturando gente.

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Ya no se sabe qué es más peligroso, ser reina de belleza en Venezuela o periodista en México en zonas reconocidas por su información caliente de crimen organizado o de corrupción gubernamental. Con 97% de impunidad en esta materia en el interior de la Republica, lo mejor sería dejar el trabajo periodístico para dedicarse a ser Miss Maracaibo.

Bueno, aparentemente habría menos riesgo, pese a lo que se pueda imaginar, en ser vecino de El Chapo Guzmán en el edificio donde al final fue atrapado, corriendo a oscuras por sus narcotúneles que, por sus niveles de sofisticación, están mejores que los de la línea del Metro que va a Pantitlán.

Aunque debió tener su chiste ir a tocar en su depa para irle a cobrar los atrasos del mantenimiento o pedirle que sus guaruras movieran las camionetas que estorbaban en el estacionamiento. Y peor aun si lo agarrabas torturando gente.  

No sé qué piensen ahora los compañeros de El Chapo en el nuevo vecindario, finísimas personas como el JJ, El Hummer y los Beltrán Leyva, a ver si no se organizan su grupo de autodefensa. 

Bueno, si es que a Guzmán Loera no me lo extraditan a Estados Unidos en cualquier momento, antes de que se vuelva a salir por la puerta grande, la que nunca cierran con tres candados. Ya ven que es un espíritu libre.

Además, con la serie de enfermedades que dicen que tiene, no vaya a ser que le de algo si llegará a quedarse en las cárceles mexicanas tan llenas de tentaciones, teiboleras y colesterol. También sería muy gacho que le tocara una celda con Gastón Azcárraga cuando lo apañen. Sería muy molesto que el hombre tuviera que andarse cuidando la cartera. 

Por cierto, con las gruesas cortinas de humo, casi pasa desapercibido que se ha cumplido un año de la aparición de estas manifestaciones del hartazgo popular, compuesto por gente que no se podían esperar otros diez años a que llegara el Estado de derecho a Apatzingán y sus alrededores. Lo malo es que hoy no se sabe —menos el comisionado que no distingue lo negro del blanco— quiénes son auténticos comunitarios y cuáles los infiltrados. Y qué hay detrás del regreso del doctor Mireles, el comunitario incómodo. 

Como sea, esperemos que las autoridades mazatlecas que curiosamente nunca vieron pasar a El Chapo por el malecón, aprovechen sus narcotúneles de los que nunca tuvieron noticia, sobre todo ahora que ya aflojó el cuerpo como dice Fox (que mucho antes aflojara su resguardo),  para hacer una línea del Metro a su salud. 

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