Pemex, cliente de la Marina

La paraestatal atraviesa un mal momento tanto por la caída de los precios del crudo, como por los problemas que enfrenta en su interior y no se ve cuándo pueda ponerse a flote.

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Eran los primeros años de la década de los 70. Gigantescos buques tanque de Petróleos Mexicanos (Pemex) fondeaban en la base naval de Icacos, en Acapulco, casi besando la playa para descargar en un par de días sus miles de toneladas de combustibles mientras emergía su impresionante ‘obra viva’. 

Los veíamos desde nuestros guardacostas de la Armada, con “envidia de la buena”. Muchos compañeros deseaban embarcarse en alguno de esos petroleros que entonces llevaban nombres de presidentes como Guadalupe Victoria, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas, y cuyas tripulaciones integraban apenas una veintena de marinos.

Cien mil pesos –se decía– costaba una plaza en Pemex, que se recuperaban en un par de años, por los sueldos privilegiados y otras prestaciones a los trabajadores, que se mantienen a la fecha. Varios buzos de la Primera Compañía de Trabajos Submarinos y no pocos ingenieros mecánicos navales egresados de la Heroica Escuela Naval escucharon el canto de las sirenas y migraron a Pemex (otros lo hicieron a la Comisión Federal de Electricidad) en busca de mejor futuro.

Hoy, los vientos han cambiado de dirección, pues mientras la Marina ha cobrado impulso con un incremento en unidades y efectivos, así como el despegue de la industria de la construcción naval, con la renovación de buques de la Armada de México, Pemex, lamentablemente, atraviesa por un mal momento tanto por la caída de los precios del crudo a nivel mundial, como por los múltiples problemas que enfrenta a su interior, lo que incluye bajas en su planta laboral... y no se ve cuándo pueda ponerse a flote. 

Sí, la historia se ha revertido, pues recientemente Pemex firmó un convenio con la Secretaría de Marina para que ésta construya 22 embarcaciones menores, entre remolcadores, barcazas, chalanes, unidades multipropósito especializadas y buques tanque de bajo calado. El 51 por ciento de esas unidades serán botadas desde astilleros de la Marina, como ocurrió el pasado 23 de septiembre cuando se pusieron a flores los remolcadores “Pemex Maya”, “Pemex Triqui” y “Pemex Mixe” en el Astillero de Marina número 8, en Salina Cruz, Oaxaca.

Del ‘boom’ a la debacle

En aquellos lejanos años 70 gobernaba el país Luis Echeverría Álvarez; Antonio Dovalí Jaime dirigía la pujante paraestatal, y Joaquín Hernández Galicia “La Quina” estaba en el apogeo de su poder al frente del sindicato petrolero fundado en 1935, poder que le duraría solo un par de sexenios más, con la llegada de Carlos Salinas de Gortari. 

Pemex despuntaba como la empresa que aportaba mayores recursos a la nación. Apenas en 1971, el pescador campechano Rudecindo Cantarell había descubierto una mancha de aceite que brotaba en el mar de Campeche. “Ocho años después, la producción del pozo Chac marcaría el principio de la explotación de uno de los yacimientos marinos más grandes del mundo: Cantarell”.

Años después, con el ‘boom’ petrolero, José López Portillo nos exhortaría a prepararnos para administrar la abundancia del oro negro… que nunca llegó. Lo que sí llegó fue el escándalo de su amigo Jorge Díaz Serrano, acusado de un fraude por 35 millones de dólares por haber comprado dos buques con un sobreprecio, durante su gestión al frente de Pemex. No obstante, la paraestatal siguió siendo la “caja chica” del Gobierno y de sus directores... hasta que tocó fondo. 

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