Peña, AMLO y los violentos

El arranque del gobierno de Peña quedara marcado y manchado con un muerto que fue tan evidente y cínico.

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El nuevo gobierno de Enrique Peña Nieto tiene que poner entre sus prioridades el combate a la pobreza y la construcción de espacios y oportunidades para los jóvenes. La mejor señal de alerta son los actos violentos ocurridos en las inmediaciones del Palacio Legislativo de San Lázaro y de Palacio Nacional durante su toma de protesta como Presidente.

Más allá de la inmoral actitud de Andrés Manuel López Obrador y sus voceros que, por más que lo nieguen, en el discurso han apostado desde hace años convocar a miles al extremismo, el nuevo gobierno debe atender las causas que han llevado a muchachos que deberían estar en el mundo laboral o académico a abrazar la violencia como su forma de expresión.

A pesar de que pretenden deslindarse de las agresiones planeadas que se inauguraron con el inicio de este sexenio, López Obrador y sus corifeos no pueden desentenderse de buscar sacar raja y obtener beneficios de la violencia en las calles porque, como bien apuntó Carlos Loret, no tienen la intención ni mucho menos el pudor de condenar hechos violentos, como los del pasado 1 de diciembre.

Es más, su apuro por que el arranque del gobierno de Peña quedara marcado y manchado con un muerto fue tan evidente y cínico, que no hay explicación o justificación creíble que puedan esgrimir o, por lo menos, argumentos contra la crítica a la actitud complaciente de su tlatoani, la cual pretenden descalificar acusándola de policiaca y gobiernista.

Pero esos dos ingredientes son altamente peligrosos. Una amplia capa de la sociedad, agraviada y ayuna de opciones de desarrollo, avance, crecimiento y bienestar, y un liderazgo político-carismático-mesiánico y sin escrúpulos, que no tiene empacho en exacerbar y crispar ese descontento para su propio beneficio, pueden ser factores de desestabilización y conflicto permanentes.

Así que el gobierno de Peña, además del crimen organizado, tiene un foco rojo que debe atender con urgencia, porque, de no hacerlo, los conflictos se irán multiplicando y hará falta más de un Osorio o Videgaray o Robles para resolverlos.

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