Peña Nieto, a prueba en Michoacán

La mayor parte de Michoacán es santuario del crimen organizado, con el creciente predominio de Los caballeros templarios en que devino La Familia michoacana.

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El tiroteo contra grupos de autodefensa que quisieron manifestarse el sábado en Apatzingán y el sabotaje, la madrugada del domingo, a 18 subestaciones de la Comisión Federal de Electricidad en 12 municipios michoacanos (tan distantes entre sí como Aguililla de Zitácuaro y Sahuayo de La Piedad), confirman que la mayor parte de la entidad es santuario del crimen organizado, con el creciente predominio de Los caballeros templarios en que devino La Familia michoacana.

Fue a principios de 2007, en el arranque del calderonato, cuando la narcoviolencia comenzó a ser enfrentada por las mismas fuerzas federales de hoy, y de manera decisiva por la  Policía Federal, a cuyos efectivos los malandros atacaban con siniestra regularidad y de la que las bases sociales de la propia delincuencia exigían su retirada.

Con la cacareada coordinación entre las autoridades implicadas, el gobierno peñanietista está obligado a recuperar cuanto antes Michoacán, que desplazó al Tamaulipas de San Fernando como prototipo de un verdadero estado fallido.

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