Pienso, luego creo

Las redes sociales son una bendición y una maldición al mismo tiempo. Así como pueden movilizar a una nación en cuestión de segundos, también pueden arruinar la reputación de una persona en un abrir y cerrar de ojos.

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Las redes sociales son una bendición y una maldición al mismo tiempo. Así como pueden movilizar a una nación en cuestión de segundos, también pueden arruinar la reputación de una persona en un abrir y cerrar de ojos. 

No tenemos ningún problema en afirmar que fulana se acostó con quién sabe cuántas personas sólo porque se dedica a uno u otro oficio, o que zutano es un borracho empedernido sólo porque alguien manipuló un video para que su voz se escuchara torpe y lenta. 

Ni qué decir de todas las imágenes que ridiculizan a alguien por algún error que cometió o, peor aún, porque un fotógrafo tuvo la “suerte” de tomar la foto en el momento en que estaba haciendo algún gesto. 

Ahora todos somos reporteros, nos sentimos periodistas y poderosos con nuestros teléfonos que graban cualquier situación.

Lo realmente indignante de estos tiempos es darnos cuenta de que, a través de todas esas imágenes que circulan en las redes sociales, todas las campañas y discursos para promover la tolerancia y la no discriminación han servido para gastar dinero nada más.

Hagamos un ejercicio: ¿Cuántas imágenes en las que se ridiculiza a alguien ha visto el día de hoy? ¿De cuántas de ellas se rió? ¿Cuántas de ellas compartió? Así es, todos somos parte del problema.

Creemos todo lo que vemos en las redes sociales. Alguien dijo que los diputados aprobaron una ley que prohíbe las marchas y ya estamos todos indignados, recordándole su mamá a los legisladores, sin tomarnos la molestia en investigar qué fue lo que aprobaron. Bueno, a veces ni leemos las notas y nos quedamos con los encabezados. 

Y lo peor viene cuando queremos ser chistosos o sarcásticos y nos sale terriblemente mal. Pongamos el desafortunado caso de aquel funcionario de Progreso que por querer decirle a la gente que no exagerara con algunos temas, terminó publicando un comentario de lo más insensible, ofensivo y estúpido. Por supuesto le llovieron las críticas y en lugar de aceptar el error y pedir disculpas, siguió defendiendo su comentario. 

Seamos congruentes y seamos inteligentes. No nos cuesta nada y es una pequeña acción para que vivamos en paz. 
Chisme de elección: Ahora sí que mis antenitas de vinil me indican que los aspirantes están bastante más tranquilos porque empiezan a ver la luz al final del túnel con aquello de la fecha límite del 7 de diciembre, las diversas encuestas que se están levantando y los nombramientos de varios candidatos a alcaldes.

Ya se está disipando la paranoia aquella de que, como usted saludó a mi competidor, seguro lo está apoyando, sobre todo entre los aspirantes a gobernar Mérida. También empiezan los descontentos de los que no quedaron como candidatos, que empiezan con la teoría de que les hicieron trampa. Esto nunca se acaba.

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