Los pioneros de la restauración en el Puuc (1)

Miguel Ángel Fernández hizo una aportación importante a los trabajos de restauración de edificios mayas como retirar todo el escombro que cubría la construcción.

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A principios del siglo XX, el gobierno mexicano empezó a enviar inspectores del Museo Nacional de México a diferentes partes del país con el fin de tener una mayor vigilancia sobre los vestigios arqueológicos y en algunos casos normar las exploraciones de instituciones extranjeras.

En Yucatán, los primeros informes que se registran son del año 1914 y fueron elaborados por el Ing. Juan Martínez Cantón, quien recorrió las zonas arqueológicas que se conocían y ordenó la limpieza de los edificios registrados por Stephens a mediados del siglo XIX.

La presencia del Ing. Martínez sirvió para llevar un registro del estado de conservación de los edificios de Yucatán en esas fechas, así como para normar las actividades que se realizaban en los sitios arqueológicos, ya que muchos de ellos servían como milpa y los cuartos eran ocupados temporalmente como bodegas. Por ejemplo, el Palacio de Sayil estaba habitado por el Sr. Gregorio Caamal, quien dormía en el sector oeste del segundo nivel y tenía su milpa sobre la terraza.

Después de algunos años, Miguel Ángel Fernández, quien a solicitud de Manuel Gamio se integró a la Dirección de Monumentos Prehispánicos en 1922, se trasladó a Yucatán y si bien no trabajó en la región Puuc, sí hizo una aportación importante a los trabajos de restauración de edificios mayas. Durante su trabajo en el Juego de Pelota de Chichén Itzá intervino tres edificios de este conjunto, rescatando del escombro las piedras de recubrimiento y reponiendo los elementos arquitectónicos hasta su altura original. 

Su aportación metodológica consistió en retirar todo el escombro que cubría la construcción antes de iniciar la consolidación, y una vez liberado el edificio,  hizo mediciones exactas para hacer reconstrucciones en papel y maquetas hasta tener la certeza de la forma original del edificio y entonces iniciar la consolidación. También hizo hincapié en que una sola evidencia no era suficiente para reintegrar una parte del inmueble.

Es importante decir que Miguel Ángel Fernández  no tenía formación de arqueólogo, pero entendió muy bien la configuración arquitectónica de los edificios y la forma a la que se reducen al quedar arruinados.

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