Piratas legales

“Este producto es pirata y se vende gracias a la colusión con las autoridades encargadas de impedirlo”.

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La mujer clase mediera, repudiada por su familia por haber comprado una película ilegal, llega a casa a la hora de la comida y, sin más, muestra en su mano un estuche de plástico con un CD dentro. La recriminatoria mirada de la familia le anticipa el reclamo. Compraste algo pirata. Sólo que esta vez el ama de casa se sienta con calma. Acomoda su silla y, dando una palmada en la mesa, expone ante sus inquisidores:

A ver, a ver. Vamos poniendo las cosas en su sitio y pongan atención a lo que tengo que decirles. Esta película la compré en un establecimiento legal al alcance de cualquiera, y digo legal porque está permitido. De otra manera no podría tener la cantidad de cintas, videos y programas para computadora que observé. Y eso me dice que el local donde se venden estos artículos cuenta con la aprobación de las autoridades para su funcionamiento. 

O díganme ustedes, querida familia, cómo existen todas estas opciones en mercados, tianguis sobre ruedas, puestos fijos y semifijos por toda la ciudad que exponen y venden todos esos productos. 

De seguro pasa porque los propietarios están “debidamente autorizados”. A menos que pensemos que los inspectores de mercados, jefes de delegación o presidentes municipales sean todos unos tarados que desconocen tal oferta pública. Además, debo decirles que en ningún momento advertí en el establecimiento un letrero con la leyenda: “Este producto es pirata y se vende gracias a la colusión con las autoridades encargadas de impedirlo”. Así que mejor nos vamos quitando el mensaje manipulador que echa la culpa al ciudadano de adquirir productos piratas. 

Si se venden públicamente es porque están tolerados y es lícita su compra y consumo. Los mexicanos no podemos andar adivinando el origen de las mercancías ni sentirnos culpables de optar por los bienes que se ofrecen en el mercado a menos que sea en la vía pública o en lo oscurito.

El siguiente comercial a exhibirse podría ser la plática entre dos inspectores. -¡Cuánta piratería permitimos! A veces creo que nos pasamos, pero el cliente manda. Si la oferta y la demanda se regulan solas según las reglas del mercado, nosotros sólo cumplimos nuestro deber con la ciudadanía. 

Por cierto, compré estos calzones para mi vieja pero no le quedaron. Son de marca. ¿No te animas, mano? Vaya biem.

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