Plan de Desarrollo: ¿optimismo?

Después de tantas falsedades y traiciones a la gente, le costará mucho al gobierno actual que la gente crea en sus propósitos.

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Después de tantas falsedades y traiciones a la gente –a los votantes, en principio– le costará mucho al gobierno actual que la gente crea en sus propósitos y planes. El horno no está para bollos, así que el lanzamiento de la estrategia sexenal del actual gobernador seguramente tendrá que enfrentar mucho escepticismo, históricamente muy bien fundado, por cierto.

Empero puede que esto que escribimos lo inspiren los remanentes de la bienaventuranza de inicio de año –a horcajadas en la anhelada de comienzos del sexenio de Carlos Joaquín González–, pero lo poco que se ha podido imaginar sobre el hace poco tan críptico Plan Estatal de Desarrollo –publicado ya en el Periódico Oficial, pero que no ha sido publicitado, ya que merece una presentación especial, que se llevará a cabo a media semana – promete rectificar el rumbo perdido por dos administraciones estatales anteriores: la de Félix González Canto, por vocación profesional y no muy larga visión del titular, abocada sólo a la mercadotecnia e imagen, y poco o nada al desarrollo, y la de Roberto Borge Angulo, de mucha mayor visión de desarrollo, de posibilidades para el estado –nada es parecido a idiota Betito era– pero obnubilada por la galopante corrupción y la ambición personal.

Lo que importa, y para el ánimo de los quintanarroenses no será poco relevan la difusión que se le de a estas buenas intenciones, que serán las que para los próximos seis años nos dé el gobernador a los quintanarroenses como salidas de la ratonera económica en la que estamos metidos de la mano del país, aun siendo junto con Querétaro, Chihuahua y Aguascalientes uno de los estados con más crecimiento de la nación.

En este espacio  de SIPSE-Novedades lo anticipamos –Plan para hoy, 20 años, del 25 de enero– y ahora, luego de su publicación como previmos y a unos días de su lanzamiento, podemos confirmar que el derrotero del gobernador tiene sentido, y mucho --lo cual evidentemente sólo podremos juzgar con el tiempo, hasta dentro de poco menos de seis años, pero la verdad ahorita y con las amenazas del bicho norteño Donald Trump queremos que signifique esperanza-- para esperar que por lo menos no nos vaya tan mal.

Van los temas del plan, que chistosamente a los medios se les chipoteó --no queremos decir “se los dije”, pero sí se los dije: lo que venía a los cuatro meses sería trascendente--, y más que en las balaceras de las bandas criminales o en las cifras de los funcionarios “pentontos” nos aboque al desarrollo.

No queríamos que nos salieran con el café con leche de que el turismo es un gran negocio. ¿A quién le sorprende? ¿Dónde se quedan los municipios rezagados, las comunidades pobres, las familias que quieren salir adelante? Parece que la intencionalidad lleva atención a estos temas lacerantes, y sorprendentemente el plan joaquinista los retoma.

Empecemos por el principio, como reza la conseja –citamos–: “El Plan Estatal de Desarrollo 2016-2022 establece un orden de la acción pública del gobierno en el corto, mediano y largo plazos; en su estructura se mantiene una relación estratégica entre ciudadanía y gobierno; está integrado por cinco ejes rectores: 1. Desarrollo y Diversificación Económica con Oportunidades para Todos. 2. Gobernabilidad, Seguridad y Estado de Derecho. 3. Gobierno Moderno, Confiable y Cercano a la Gente. 4. Desarrollo Social y Combate a la Desigualdad. 5. Crecimiento Ordenado con Sustentabilidad Ambiental.” 

¿Por qué consideramos el plan de gobierno alentador? Por la simple y sencilla razón de que prioriza la diversificación económica en la perspectiva de acciones gubernamentales, sociales y privadas para el estado. ¡Es el punto número uno de la estrategia a seis años y – nos confió el gobernador– que tiene proyección a dos décadas, siempre y cuando no llegue otro Félix a tirar todo a la basura con tal de hacer negocios!. Nunca el sur había importado más allá del apapacho paternalista. Ya le platicaremos.

En el mismísimo segundo párrafo, ya entrado en materia de estrategias de desarrollo, el gobierno de Carlos Joaquín expresa:
“Sin embargo, la falta de planeación para el desarrollo económico integral y el nulo impulso a las regiones socioeconómicas que conforman al territorio, ha favorecido la extrema concentración de actividades en la zona norte del estado motivando la intensificación de la movilidad laboral interna, originado diversos problemas sociales con el paso del tiempo. Así mismo, la excesiva dependencia de las actividades turísticas ha desencadenado el debilitamiento de los sectores productivos primario y secundario, los cuales hoy en día gozan de escasa capacidad de generar valor agregado.

En este sentido, las fuentes de empleo que se han creado en los últimos años se han caracterizado por ser eventuales, ya que estas dependen directamente de la llegada de visitantes nacionales y extranjeros, a pesar de que Quintana Roo es la entidad que recibe una mayor cantidad turistas de todo el país, esto no ha coadyuvado a mejorar las condiciones laborales de los trabajadores del sector, por el contrario, se encuentran en un círculo de vulnerabilidad, al contar con bajos ingresos, amplias jornadas laborales y que la temporalidad de sus empleos dependa de factores externos, elementos que en suma han contribuido al incremento de la pobreza laboral, obligando a una mayor cantidad de personas a emplearse en la informalidad, como respuesta a las escasas oportunidades de trabajo permanente y, como medio para percibir algún tipo de ingreso familiar”.

No se trata, pues, de un paliativo asistencialista para la población rezagada del sur y de las regiones agrícolas --que coinciden en mucho con las indígenas-- del estado. Tampoco de la gastada idea neoliberal de que el desarrollo del turismo traerá en automático el bienestar para todos: se reconoce que nada se ha hecho, pero planteado en la más sana preposición de que queda mucho por hacer. Ya no se vale hacerse tontos.

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