La Plaza Grande

Justo frente a Catedral había un puesto de madera que siempre estaba lleno de gente comprando vasos de espumosa “sidra” de sabores.

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Entre los papeles, apuntes y fotografías del viejo cascarrabias que he estado revisando encontré una imagen de la Plaza Grande –cómo me insistía en llamarle así, “no zócalo”, que “es cosa de huaches y entes parecidos”- rodeada de taxis, inclusive algunos de aquellos fotingos, pero también Studebaker y Plymouth, todos bien alineados en las aceras del parque.

Ahí mismo en la Plaza, justo frente a Catedral, se ve un puesto de madera que –hasta donde recuerdo- siempre estaba lleno de gente comprando vasos de espumosa “sidra” de sabores que se hacían con jarabes y agua carbonatada. Niños el viejo y yo, a veces íbamos al puesto.

Esa imagen de la Plaza Grande –calculo que sería de los años 50, quizá a finales- me trajo innúmeros recuerdos. Era el sitio de reunión preferido de los meridanos, bajo sus frondosos árboles se tomaba el fresco a toda hora, inclusive en las madrugadas, los boleros dejaban lustrosos los zapatos de los señores y las señoras atravesaban a prisa para ir a tomar el camión después de la misa o con la compra del día en el mercado. Ahí mismo se cerraban contratos para bailes, corridas y otras festividades de los pueblos con músicos y toreros y podía uno contratar un albañil para trabajos en la casa.

En la mera Plaza había hasta cantinas: El Regalo, del tío Tacho, y El Aguila, entre otras.

¡Cómo me sacude lo memoria este viejo, hasta ya muerto!

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