¿Poderes fácticos o ...?

En el marco del Pacto por México, habría que deshacerse de Robero Deschamps.

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Tantas veces ha dicho que no va a privatizar Pemex que ya hasta dan ganas de que lo haga. Nomás por darles de qué hablar a quienes están ch... y jo... con que a pesar de lo que diga, Peña Nieto terminará vendiendo la paraestatal a los intereses más siniestros y oscuros. 

Pero que sea una venta monstruo estilo tianguis, de esas que hicieron tan popular a Carlos Salinas entre la tropa, así sin anestesia. Algo que ponga fin a tanto melodrama ranchero, tanta discusión bizantina, tanto rollo de expertos y vocero, abogadetes y oportunistas que en sus infinitas peroratas de la ultraizquierda bolivariana al conservadurismo de manual de pequeño imitador de Donald Trump, ya nos tienen un poco hasta la madre.

Incluso, para que la cosa se ponga todavía más suave y a sus enemigos políticos les dé un definitivo patatús, antes de malbaratar Pemex a los intereses más aviesos, tendría que imponer una cláusula que obligue a los nuevos dueños que nunca serán del pueblo bueno a tener en calidad del presidente del consejo de administración, hasta el final de sus días, al Nini Verde.

Cosa que podría estar inspirada en la genial idea del góber chido de Veracruz de colocar en encargado de las finanzas de su gobierno, al distinguido ex alcalde de Boca del Río que es como el Granier del rinconcito donde hacen su nido las golfas del bar.

Nomás falta que Duarte reclute a los humanitarios policías de Guanajuato, en particular los de San Miguel de Allende, para derechos humanos. Claro, antes de hacer todo esto en el marco del Pacto por México, habría que deshacerse de Robero Deschamps. 

Nada personal, pero quién le entraría al negocio si se incluye a tan faraónico personaje y su prole acostumbrada a vida de pachá. Nomás de imaginar que cada dos o tres años habría que prestarle 500 millones al sindicato, quién se atrevería a echarse ese trompo a la uña. 

Cualquier inversionista con tres dedos de frente primero exigiría que no le vayan a endosar ni el yate ni el Ferrari ni los aburguesados perros del charro sindical, sobre todo porque no serían tan sensibles como los últimos regímenes priistas y panistas que supieron comprender que los excesos de este gran humanista petrolero dotan de dignidad, emoción fuerte, folclor y justicia poética a una institución tan condenada a ser el mascarón de proa de la patria, y que por lo tanto  está muy urgida de glamour.

A lo mejor no es tan fácil sacar de Pemex a don Charly, pero se le puede ofrecer uno de esos nuevos canales de televisión con estatus de poder fáctico... ¿o fal...?

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