Hoy hablaremos de algo que también nos afecta en estas épocas del año: el polvo del Sahara, también llamado tormenta del Sahara (por el desierto africano), que provoca lo que se llama calima o calina, cuyas partículas de arena fina hacen que el aire se vuelva espeso y la visibilidad se parezca a la que se experimenta durante una niebla espesa; este polvo fino es de color marrón, se puede observar si se mira al cielo, que se ve de una tonalidad blancuzca y pierde el color azul normal al que estamos acostumbrados. 

Las partículas que forman este polvo son ricas en hierro, a menudo se encuentran dentro de la capa de aire y reflejan la radiación solar enfriando la atmósfera; viajan muchos kilómetros, son empujadas una vez que se levantan por los vientos del este y cubren el Océano Atlántico, Mar Caribe e inclusive el Golfo de México.

El polvo del Sahara es prácticamente un aerosol que inhibe y roba humedad al ambiente provocando una baja en la formación de las nubes, ya que les impide su desarrollo normal y con ello lógicamente una disminución de las lluvias. 

Además provoca, cuando es muy denso, problemas de salud en los alérgicos y juega un papel muy importante en la formación y desarrollo de los ciclones tropicales, ya que también inhibe su formación o los debilita y a veces, junto con el aire seco que lo acompaña, es capaz de desbaratar ciclones tropicales ya formados. 

Cuando son fotografiados por satélite se les ve de color blanco lechoso o gris a la sombra, similar a la bruma. Pueden reducir la luz solar que llega al océano provocando con ello el calentamiento del mismo. Cuando aparecen junto con la época de la canícula generan notoria disminución de las lluvias.