¡Por favor, un día más!

¿Alguna vez les has preguntado a tu esposa, hijos, hermanos y padres qué es en realidad lo que esperan de ti?

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Recientemente me encontraba al pie de la cama de una paciente, con apenas cuatro décadas de vida,  quien padecía cáncer terminal y quien con respiración agitada y dificultosa solicitaba con lágrimas en los ojos la posibilidad de vivir un día más.

De forma automática le pregunté qué es lo que más desearía en ese momento, a lo cual respondió: ¡Decirle a mis hijas cuánto las quiero y que me perdonen todos los momentos en que, con absurdos pretextos, evadí estar a su lado!

Me confió que desde la muerte de su marido se tuvo que hacer cargo de sus tres hijas, pero su egoísmo la llevó a descuidar la atención y educación de la familia y, en su “lecho de muerte”, reconocía lo que a su juicio había sido un error.

Su narración y la empatía que se establece en la mayoría de las veces entre paciente y médico me conmovieron, cuando abundó en detalles.

Su hija de 20 años era madre soltera, sin trabajo y a quien le ofreció darle todo, pero nunca le inculcó que, más allá del presunto desatino por adelantar los ciclos de la vida, lo importante era retomar las riendas y luchar cotidianamente para sacar adelante  a su descendiente. 

Continuando el sensible relato me comentó que de las otras dos hijas poco sabía. Les enseñó a abrirse paso en la vida, cayendo en el extremo de la independencia y poco apego a la estructura familiar, hoy por hoy fuente principal de valores y principios para futuras generaciones.

Por lo dicho y mucho más, que omito narrar, es por lo que Martha rogaba al Creador un día más, para enmendar lo que circunstancialmente le tocó vivir, y que a su juicio consideraba desaciertos en su actuar terrenal. Martha murió ese día dos horas después.

Señores: ¿cuántas “Marthas” hay en la vida? Damos por sentado que nuestras familias lo que más  desean es tener bienes materiales, para lo cual luchamos incansablemente, allende nuestra tolerancia y bienestar del cuerpo.

¿Alguna vez les has preguntado a tu esposa, hijos, hermanos y padres qué es en realidad lo que esperan de ti? ¿Cuántas veces esta semana les has mandado un mensaje a tus hijos, o has levantado el teléfono para solamente preguntar “cómo estás mamá, papá, hermano”? Nos desvivimos por darles gusto y atender a extraños, olvidándonos de los propios.  

Tú sí tienes un día más  para enterrar el odio, la avaricia, la soberbia, la envidia, la intolerancia, la holganza y tu insana pasión. Mañana el hoy será historia, luego entonces sí tienes la opción de cambiar y enmendar tus errores a través de nuevas obras de bien común. Todos los días puedes renacer, antes de morir con tu error.

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