¡Por fin, de vacaciones!

El verano y las vacaciones son más exigentes con la convivencia familiar, son períodos más extensos para estar juntos.

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¡Llegaron las vacaciones!, se escuchaba en el cuarto contiguo que ocupaban cuatro adolescentes que terminaron la secundaria. Los padres sólo escuchaban, y con nostalgia anhelaban algún día poder hacer coincidir las vacaciones laborales con las escolares. Pero la anhelada felicidad en verano dista mucho de los estereotipos que se le adjudican, y quisiera reflexionar del porqué.

Primero que nada, durante el año las rutinas de adultos, niños, jóvenes y hasta  abuelitos, sostienen a la familia cual red de soporte, equilibrando los tiempos y frecuencia de los encuentros. En el verano muchas de esas rutinas desaparecen, aumenta la cantidad de tiempo libre y todo ello en su  conjunto genera paradójicamente cambios dinámicos relevantes.

El verano y las vacaciones son más exigentes con la convivencia familiar, plantean períodos más extensos para estar juntos, de modo que los conflictos de pareja que durante el año pueden estar encubiertos -porque muchos matrimonios salen en la mañana y vuelven en la noche-, en las vacaciones tienen 24 horas para manifestarse.

También afloran los “traumas” ligados al cuerpo, por ejemplo al  elegir el traje de baño. De hecho hay personas con poca autoestima, que prefieren no salir de vacaciones para no exponerse a las críticas, por no sentirse a gusto con su figura. 

Y siguiendo con nuestra lista de  argumentos poco halagadores destacaré aquellos casos  en que, al no haber actividades escolares o laborales rutinarias, se genera la sensación de estar perdiendo el tiempo. Paralelamente otras personas, sobre todo las que viven solas por la razón que fuere, circunstancialmente se remontan a escenarios dolorosos por aislamiento. Si existen hijos de por medio, se tendrán que dividir los tiempos, trayendo aparejada mayor responsabilidad y presión de la pareja, ante los imponderables que de forma pormenorizada serían cuestionados. 

Punto especial merecen los adolescentes, en quienes afloran conflictos que no se manifiestan en el resto del año. Por lo general en las vacaciones se relajan los límites, entonces los adolescentes se rebelan y cuestionan todo, y más cuando se trata de establecer horarios de salida y llegada. Esto se extiende inclusive más allá del verano, porque los límites se han relajado y cuando se vuelve al hogar cuesta ajustarlos de nuevo. 

Seguramente más de alguno se habrá identificado con este escenario dual, o sea de placer y conflicto a la vez. El que surjan los problemas es parte de las modificaciones en la dinámica, por lo que conviene adelantarse a potenciales adversidades y platicarlas antes de que nos alcancen.

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