Por una Mérida con calles limpias

No existe conciencia de que la ciudad, sus calles, sus parques, sus espacios públicos, forman parte de la casa de todos.

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Hace unos días, transitando por Circuito Colonias, delante de mi iba un Mercedes blanco cuya guiadora sacaba continuamente el brazo para tirar las cenizas de su cigarro, hasta que después de cruzar la glorieta del “deprimido” lo que tiró fue la colilla; al llegar a la calle 60 nos tocó el alto y le hice la seña que si bajaba su cristal y le pregunté si su coche no tenía cenicero, respondiéndome con una seña obscena.

Este hecho me hizo recordar que hace unos cuatro años en la misma zona, pero de oriente a poniente, otro Mercedes blanco, también manejado por una dama, se orilló y tiró a la banqueta su botella vacía de Evian; me detuve, la recogí y pude alcanzarla en el semáforo cuadras adelante, me bajé del coche y le dije: “Señora, se le cayó esto…”, recibiendo por respuesta también un gesto grosero.

Ahora que estoy escribiendo recuerdo que un día al ir por mis hijas al Roger’s, un papá que iba delante de mí tiró al camellón frente a la escuela dos latas de  refresco y no me resistí a decirle que eso era un pésimo ejemplo para los alumnos, respondiéndome: “Las tiré a propósito para ayudar a los que andan pepenando por las calles”; por supuesto me quedé estupefacto.

Y todo esto es un claro indicador de que no existe conciencia de que la ciudad, sus calles, sus parques, sus espacios públicos, forman parte de la casa de todos; un espacio que debemos mantener limpio, evitando tirar basura de cualquier tipo o tamaño; al lado de mi casa vive un médico y sus pacientes dejan en la calle todo tipo de basura, desde cajas de medicamentos, hasta pañales desechables, a pesar de que continuamente le solicitamos a quienes están esperando turno que no tiren su basura en la calle, pero es inútil.

Y todo esto es un ancestral problema de educación, un problema que no es posible resolver de la noche a la mañana, pero que es necesario enfrentar aplicando una reglamentación que sea universalmente coercitiva y que haga que la gente la entienda y respete, que primero llame la atención, luego obligue a limpiar más de lo ensuciado, luego multe y, de persistir la falta, termime con un arresto.

Muchas ciudades lo han hecho y hoy son reconocidos espacios limpios. Y nosotros, ¿qué esperamos para comenzar?

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