Posponer: un mal hábito

Cada vez que posponemos alguna acción necesaria, estamos tratando de convencernos de que aquello no tiene mayor importancia.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

El temor a realizar una tarea consume más tiempo y energía que realizarla.- Emmet Fox, escritor                   

Nadie en ninguna parte del mundo lleva una vida llena, únicamente, de situaciones y cosas agradables. Si buscamos el empleo perfecto o el estilo de vida que nos libere para siempre de tareas desagradables, no lo encontraremos, simplemente porque no existe. Hay que aceptar que tenemos que hacer algunas labores y acciones poco agradables y otras, tediosas. 

En mi caso, he aprendido que cuando “algo” me es poco grato y hay que hacerlo me disciplino y lo hago, así me libero del pendiente y de la ansiedad que me causa  posponerlo. Esa manera de afrontar lo que no me es agradable o interesante me permite disfrutar los otros quehaceres del día.  

La verdad es que, cada vez que posponemos alguna acción necesaria, estamos tratando de convencernos de que aquello no tiene mayor importancia, sin darnos cuenta, que esa dilación puede minar la confianza que otras personas tienen en nosotros.

Eso nos perjudica y debilita nuestra autoestima; se vuelve una limitación que nos inhibe e impide nuestro desarrollo. 

Cuando concluimos una labor poco grata, a menudo, las consecuencias son agradables o al menos surge una maravillosa sensación de satisfacción. Yo lo experimento al pagar a tiempo los diferentes servicios que requiero o cuando cumplo algún compromiso de trabajo o social. Igualmente me siento muy bien al no posponer alguna conversación que no me es tan fácil sostener; también, cuando termino, antes del tiempo límite, algún proyecto que me he comprometido a presentar a algún cliente.

Es bueno identificar acciones y tareas necesarias que nos provocan temor y/o ansiedad para llevarlas al cabo lo más pronto posible. La estrategia para evitar “dejar las cosas para después” es atender en primer lugar lo más pesado; evitar concentrarse en ¡qué horror, odio hacer esto! y mejor concentrarse en ¡qué bien me sentiré cuando haya hecho esto!; pensar en el alivio de quitarse el pendiente para que el buen ánimo se haga presente y la voluntad se fortalezca para la acción. 

Al emplear la inteligencia se puede encontrar alguna manera más sencilla de hacer lo que se tiene que hacer y nunca dejar las cosas para última hora porque esto genera más tensión. 

Si pruebas estas sugerencias, te aseguro que eliminarás estrés innecesario. Tendrás mejores resultados en tu vida y en tu salud integral 

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

Lo más leído

skeleton





skeleton