Privatización

En la privatización de Telmex, Imevisión y las carreteras jamás encontramos los beneficios que se ofrecieron.

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Uno de los resultados ciertos de la iniciativa presidencial de reforma energética es que, a través de los contratos de utilidades compartidas, una parte de las ganancias de la explotación petrolera, hoy bajo monopolio estatal, pasará a manos de particulares. Independientemente del régimen de propiedad de Pemex, estamos ante una privatización de lo público. Frente a una propuesta de esta naturaleza, lo más pertinente es valorar que experiencias dejaron en el pasado otras semejantes.

Durante el gobierno de Carlos Salinas la banca nacionalizada se vendió a particulares. Se dijo que los mexicanos tendríamos una banca sólida, más eficiente y competitiva, y con mayor acceso del público a un mejor servicio. Un sexenio más tarde, a base de descomunales actos de corrupción y defraudación, el grueso de los nuevos propietarios habían saqueado el sistema financiero, haciendo necesario su rescate por parte del Estado que, además, optó por regalar a los banqueros el dinero necesario, a través de la deuda del FOBAPROA, que seguimos pagando hasta el día de hoy.

Hecho el rescate, los propietarios que habían desfondado los bancos los vendieron por muchos miles de millones de dólares, generalmente a compañías extranjeras, sin devolver nada de lo defraudado, sin ser juzgados por ello y, como premio adicional, sin pagar un cinco de impuestos.

Cuando se anunció la privatización del ejido se aseguró que se registraría inversión privada en el agro, que el campo mexicano volvería a florecer y se generaría riqueza en ese sector. A veinte años de distancia, el resultado de la privatización es la especulación con las tierras, ningún desarrollo agrario y empobrecimiento extremo y migración sistemática de los campesinos.

Las concesiones mineras por su parte, devastan el medio ambiente y con él el futuro del país.

Tampoco en la privatización de Telmex, Imevisión y las carreteras encontramos jamás los beneficios que se ofrecieron.

Ahora se nos habla de los beneficios de privatizar la renta petrolera: mayor producción, mayores ganancia para el país, mejores condiciones de desarrollo para todos. Eso sí, como de costumbre, los beneficios generales llegarán luego. Por lo pronto lo que toca es que un puñado de millonarios lo sean aún más. Después se harán realidad las promesas pero, eso sí, sólo si se cumplen muchas condiciones... como las que nunca se cumplieron en el pasado.

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