Proteger al periodismo

En la última década del siglo pasado, y en 14 años del siglo XXI, el periodismo ha sido testigo y actor de cambios tan vertiginosos en materia tecnológica, como en técnica, para difundir sus contenidos...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

En la última década del siglo pasado, y en 14 años del siglo XXI, el periodismo ha sido testigo y actor de cambios tan vertiginosos en materia tecnológica, como en técnica, para difundir sus contenidos. La profesionalización del medio, sin embargo, ha visto un serio deterioro y un retroceso de preocupantes proporciones para la actividad periodística, en el que hoy, como nunca, varias empresas están renunciando a la exigencia del perfil profesional, y están dando cabida a individuos sin la más mínima noción de ética, ni aprecio por la profesión.

Si bien la ética es un asunto que compete a cada individuo, ésta se funda en principios que están entre el ser y el deber ser. Las empresas periodísticas norman el deber ser con códigos de ética, que reflejan principios básicos como la búsqueda de la verdad, y que la información que esté por difundirse tenga alguna utilidad pública, entre muchos otros conceptos.  El ser, las empresas lo valoran desde el reclutamiento.

Esos principios éticos han sido incorporados como asignatura en planes de estudio de distintas universidades, pero, hay que decirlo, han sido “extirpados” por otras casas de estudio, pues se considera que estudiar ética en periodismo es un accesorio. A este riesgoso hecho, se agrega que el contenido, al no tener como vehículo a los periodistas de formación, y que se transmiten por redes sociales, entra en un terreno en el que el rumor, el infundio, y los hechos sin comprobar, están a la orden del día.

No es que las redes sociales, como vehículo alterno y democratizador de la información, sean en sí un peligro; lo es la naturaleza de los individuos, que tal y como sucede con el periodismo en  medios tradicionales, en su mayoría, ignoran las bases éticas para la transmisión de la información. ¿Cuántas veces no se ha difundido el rumor de la muerte de Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”?   

El peligro se multiplica cuando supuestos periodistas, en su afán por ser un presunto contrapeso al poder, esparcen trascendidos en redes sociales que, sin el más mínimo escrúpulo, sin la más mínima prueba documental, apuntan y manchan la honorabilidad de otros periodistas.

Nuestra sociedad, recordando a Thomas Hobbes, ha impuesto un orden basado en un contrato social, es decir, a la renuncia de cada individuo que permite el establecimiento de un poder fuerte que está por encima de cada uno, y en el cual todos se reconocen. Hay un poder en la Justicia, que aunque lenta, en ella se dirimen nuestras diferencias. Difundir infundios en redes sociales no está al margen de ese poder, y por el contrario, es prueba irrefutable para proceder conforme a derecho, incluso cuando hay una identidad oculta del ofensor. Depende de los buenos oficios del  periodismo revelar esa identidad, y llevar ante la justicia a aquellos que actúan con impunidad. 

Lo más leído

skeleton





skeleton