Que 'El Chapo' se vaya de mojado

Pobre Chapo, de por sí con la molestia de que me lo traten como al Niño Fidencio de la mota aquello deberá ser un martirio.

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Por alguna oscura idea del patrioterismo trasnochado, al gobierno federal se le ha ocurrido la peregrina intención de conservar a El Chapo Guzmán en México como una especie de trofeo para presumirlo. Y tendría sentido tomando en cuenta lo tristito de sus vitrinas todas polvorientas y plagadas de telarañas, pero en una evaluación costo-beneficio pensar en tener a tan notable y representativo personaje del México de nuestros narcorecuerdos en una cárcel nacional, sería como guardar una bomba atómica en el Museo de Antropología. Igual y luciría bien junto al Caldendario Azteca con un letrero que dijera “Manéjese con cuidado”, pero al fin de cuentas estaría demasiado cerca de México y muy lejos de Dios. Por principio sería un poco hartante aguantar todos los reportajes, semblanzas y piezas alrededor de la vida en el tambo del personaje (como en los tiempos en que cada diez minutos había un trabajo periodístico profundo sobre Raúl Salinas en Almoloyita), lo cual nos pondría poner al borde de un ataque de nervios y los grandes capos como a El Mayo o La Tuta al límite de los celos profesionales. Por otro lado, qué necesidad tendría el Estado mexicano de exponerse a que El Chapo se vuelva a ir por unos cigarros y no regrese.

O peor aún, como en estos días se ha convertido mediáticamente en el antihéroe del año, su celda podría convertirse en una especie de santuario para el culto de Guzmán Loera. O sea, ya me imagino el volumen de la feligresía yendo en peregrinación para pedirle tips y milagros para triunfar en la vida, mientras nos abruman con la manufactura industrial de narcocorridos inspirados en las aventuras de su vida como en capítulo de La rosa de Guadalupe.

Pobre Chapo, de por sí con la molestia de que me lo traten como al Niño Fidencio de la mota aquello deberá ser un martirio (además de una distracción para controlar los negocios como dictan los cánones), tener que aguantar los enfermizos interrogatorios para sacarle la sopa sobre cualquier tema de la vida y la muerte (de qué color es la piel de Dios, dónde está la osamenta de Muñoz Rocha, cuál es la receta secreta del Coronel Sanders y cómo se llama el monje que vendió su Ferrari, cuál es el secreto de su éxito, es El Chapo un dios para sí mismo).

Dicen que los viajes ilustran. Así, sería mejor que El Chapo se vaya de bracero para que aprenda inglés, deje el vicio del aguachile y en su calidad de papa caliente ejerza del otro lado. Sobre todo porque y si al final no es, qué osototote.

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www.twitter.com/jairocalixto

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