¿Qué hacemos con los acereros? ¿Los protegemos?
Los acereros mexicanos argumentan que en otros países los gobiernos dan subsidios a sus fabricantes de acero.
¿Qué debe hacer el gobierno con los industriales del acero que se quejan de la llegada masiva de acero a precios dumping desde China, Brasil o Turquía? ¿Debe cerrar la frontera a esas importaciones? ¿Subsidiarlos?
No será fácil la solución. Si el gobierno impide con firmeza la importación de acero de China, Rusia, Turquía o Brasil, se salvarán los empleos de empresas como DeAcero, Ternium o Villacero; sin embargo, los precios del acero se elevarán, lo que podría resultar en un efecto inflacionario. A quienes consumen acero no les convendrá comprarlo más caro, y al gobierno de Peña no le convendrá tener presiones inflacionarias.
Pero si el gobierno toma la postura contraria, y se sigue permitiendo la importación de acero, venga de donde venga, hay beneficios para la competitividad: se multiplican las fuentes de proveeduría; se tienen precios internacionales; y se dispone del acero como un commodity. Pero se perderían empleos…
Los acereros mexicanos argumentan que en otros países los gobiernos dan subsidios a sus fabricantes de acero; que cuentan con estímulos a la exportación, y que los precios de los energéticos aquí no son internacionales.
En realidad, solo el último argumento se puede verificar. El precio internacional del gas ha caído sustancialmente en los últimos años; lo cual no necesariamente se corresponde con los precios en México porque ni siguiera hemos aprovechado ese recurso.
Una ayuda del gobierno mexicano a los industriales del acero se ve lejana, pero también se ve difícil que el gobierno cierre la frontera al acero internacional, sobre todo si el país está entrando en una etapa franca de desarrollo y requiere este insumo para infraestructura.
Quizá la solución sea que la industria pague un reporte internacional (con Accenture, McKinsey, PwC, Deloitte o BCG) para determinar el monto promedio de subsidio que reciben los productores chinos, turcos y brasileños. Con el subsidio por tonelada, pueden ir con el gobierno a pedirle un monto similar. Así se mantendrían las fronteras abiertas, ellos estarían contentos, los empleos no se perderían, y todos los que compran acero seguirían adquiriéndolo a precios competitivos. A ver si se los dan.