Que la justicia ya no tarde tanto

Jorge Alberto Portilla Mánica (así, con acento, aunque el directorio oficial diga otra cosa), titular de la Secretaría de Infraestructura y Transporte, la Sintra, ya afila la guadaña...

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Jorge Alberto Portilla Mánica (así, con acento, aunque el directorio oficial diga otra cosa), titular de la Secretaría de Infraestructura y Transporte, la Sintra, ya afila la guadaña y en breve caerán varias cabezas de la dependencia de comprobárseles haber formado parte de un grupo de chat creado por su antecesor, Fernando Escamilla Carrillo, para vigilar todos los movimientos al interior, utilizando a ex colaboradores para conocer y poder anticipar señalamientos derivados de los trabajos de auditoría y solventarlos.

El asunto es que la estrategia no fue consensuada con todos aquéllos que, de la noche a la mañana, fueron integrados en un grupo de WhatsApp y, no queriéndose ver involucrado en la serie de desfalcos cometidos bajo el señorío del yucateco, hubo quien lo mandó a Bruselas (sí, a Bélgica) con cajas destempladas. “¡A mí que no me embarre en sus desma…nes!”, fue la expresión del personaje en cuestión.

¡Y cómo no! si el ex funcionario venía arrastrando ya un largo historial de inconsistencias y cuentas que no cuadraban, pero que le habían sido toleradas como integrante distinguido de la cofradía borgista que dejó al erario y al estado prácticamente “en cueros”.   

El personaje central de esta prosa ya había probado las mieles de la alta burocracia en tiempos de Felixito González Canto, como delegado de la Secretaría de Economía aquí, porque hizo lo propio antes, en el estado de Guerrero, entre otros variados cargos.

Siempre fueron del dominio común las transas que se generan en la Sintra. Los propios supervisores de transporte público, asignados a diferentes puntos carreteros en las rutas foráneas, se ufanan aún ahora de ello en mesas de algunos centros de sano esparcimiento. Los que tuvieron suerte de “trabajar” en plazas como Mahahual, cacarean sin empacho la vida de magnate gringo que se daban, con viáticos durante semanas y hasta meses.

Los propios Uber han manifestado que los cazadores de Sintra están auspiciados por el sindicato de taxistas en la persecución y detención de unidades de la empresa privada en Cancún.

Luego, en el capítulo de Fernando Escamilla Carrillo, que descaradamente colocó a su progenitor como asesor de parapeto en la propia dependencia, le sumamos el caso de la megaescultura, hecha con materiales de ínfima calidad, el más absurdo y costoso parapeto de la impunidad, la transa y la desfachatez; la propia avenida De los Héroes, en Chetumal, una sinvergüenzada que los empresarios y comerciantes de la zona apenas si avalaron. El Auditorio del Bienestar en Cancún… Todo esto, y mucho más, se encargó de guardar Escamilla Carrillo. Sí, porque para que este duendecillo concediera una entrevista a nuestros reporteros, había que cazarlo en algún evento público, en ocasiones perseguir su camionetota, Cheyenne o Silverado, para intentar “atorarlo” antes de que llegara a su oficina, porque para ese momento, el escurridizo funcionario ya estaba en una “importantísima” junta.

Pues bien… a estas alturas ya le deben estar temblando las tepalcuanas (escasas, por cierto), porque el hilo de la madeja de corrupción, latrocinio, desvergüenza y falta de progenitora acumulados durante dos sexenios va llegando al punto en que comiencen a surgir nombres con apellidos, si usted gusta no de los más esperados, pero sí de quienes resultarán chivos expiatorios y este ex funcionario será de los que encabecen la lista.

En realidad coincido con uno de mis muy contados amigos, generalmente brillante en sus apreciaciones: habrá peces gordos (hoy exponentes del fitness) y una primera línea de miembros del ex gabinete legal que ni siquiera tocarán un barrote de la penitenciaría. El hilo de esta madeja es de gran calibre y supera las fronteras de Quintana Roo.

Sin embargo, el agravio del que pudieran darnos satisfacción nuestras actuales autoridades –además de recuperar el territorio regalado por quienes ocuparon la titularidad del Instituto del Patrimonio Inmobiliario del Estado–, está el obsequiarnos las cabezas de la mayor cantidad posible de traidores, cínicos, simuladores y saqueadores que conformaron esa triste docena trágica y regalarnos, ya no la esperanza, la certeza de que nuestro estado, su riqueza y su gente serán respetados, porque entonces sí estaríamos hablando de algo que probablemente nunca sucedió bajo el mandato de nadie… algo nunca antes visto.     

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