La estrategia del gobierno de Enrique Peña Nieto de dar día con día una nota que proyecte concordia, esfuerzo, responsabilidad, honestidad, produjo ya el primer traspié. Paródico, si se quiere, pero traspié.

El flamante gobierno parecía tener urgencia de expresar que nadie es rico en el gabinete. Pero montaron muy mal el acto. Mezclaron sueldos netos con brutos, no explicaron que los secretarios ganan lo mismo ni que las diferencias pueden variar por los bonos de riesgo, primas por antigüedad.

Tampoco detallaron que el departamento de 12 metros cuadrados del secretario de Gobernación, Osorio Chong, es un palco en el estadio del Pachuca. Ni si el Jaguar 1960 del secretario del Trabajo, Navarrete Prida, vale millones o tiene un valor cero en el mercado.

Pero lo más lamentable de la exposición on line de las declaraciones patrimoniales es ese nefasto ejercicio de desplegar información para no informar nada.

No hay un dato financiero. A cambio, sabemos que el secretario de la Defensa, Cienfuegos, compró cuatro casas pequeñas (entre 85 y 392 metros cuadrados) en el lapso 1973-2006. Que el de Educación, Chuayffet, tiene dos camionetas Suburban nuevas, “cuadros y esculturas”. Y que la de Turismo, Ruiz Massieu, heredó un “edificio” de 144 metros cuadrados. ¡Guau!

Qué necesidad había de presentar esta escenificación tan mal montada, de regalar esta tomadura de pelo.
Mal haría el nuevo gobierno en olvidar tan pronto que millones de mexicanos compraron hace muy poco la percepción de que es un gobierno de pantalla, no de sustancia.

En tratar de ayudarse con departamentos de 12 metros cuadrados.