Redes de Alba

Luis González de Alba dejó el mundo como pocos han tenido el valor de hacerlo...

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Luis González de Alba dejó el mundo como pocos han tenido el valor de hacerlo: solos, lúcidos del corazón y mente, y de forma tan histriónica como sólo él podía realizarlo. En su vida, obra, muerte e incluso redes sociales, llevó hasta el límite su concepto de libertad de expresión y acción.

Sólo podemos aventurar qué pensaba realmente de internet y las redes sociales este insigne escritor, difusor de la ciencia y activista de la izquierda (de la verdadera); pero leyendo sus colaboraciones en Milenio, sin necesidad de que hablara del tema, encontramos pistas e ideas, repetimos, aventuradas quizás, pero ¿no acaso don Luis nos invitaba a ello cada semana?

Crítica mordaz, dura, reveladora, elegantemente reaccionaria ante la hipocresía de la libertad; así se comportaba González de Alba en redes sociales. Entre distante y cercano, respondía comentarios, casi siempre para defender su particularísimo punto de vista en contra de las críticas, mayormente duras, a sus posicionamientos sobre temas espinosos como el propio Tlatelolco, Ayotzinapa o los santones de la izquierda mexicana. 

Libertad para expresarse, para decir lo que se piensa, esa fue la tónica en redes sociales para don Luis. Cierto que su condición (aunque le pesara) de intelectual le permitió decir más de lo que uno se podría atrever desde el anonimato “twittero”, pero sus convicciones nadie, realmente nadie pudo quitárselas dentro y fuera del mundo digital. Don Luis hizo primero su vida, su nombre, obra y personalidad, y cuando llegó a las redes sociales, no cambió ni fondo o forma, siguió siendo contestatario, ácido, a veces incomprensible y críptico. 

Le valió que muchos de sus “replies” fuera mentadas y críticas, en especial por el caso Ayotzinapa, sobre el cual sostenía hipótesis impopulares y posturas aún hoy demonizadas… y esa es la actitud que rescato de su vida, de su paso por la web: el derecho a opinar, a decir lo que creo que es correcto sin temor al gran pueblo, a la horda “twittera” incapaz de aceptar un punto de vista divergente al ya decidido por la mayoría. 

Cierto, parece una lección menor ante el caudal que Luis González de Alba significa, pero en estos tiempos en los que opinar fuera del huacal es tan peligroso como delinquir, la actitud del finado tiene mucho valor, uno que ya no se encuentra en todos lados, o en otras voces.

La simpleza de la distancia

El voto en contra de una parte de los colombianos al acuerdo de paz entre la guerrilla y el gobierno puso a todos de cabeza en las redes sociales. Expertos sobre el conflicto más antiguo de América Latina salieron como hongos después de una fuerte lluvia, situación que de entrada no es tan mala, pues por más opiniones que se digan, uno sabe a cuales hacerles caso. 

Lo triste es que la mayoría de los juicios sobre tan singular referendo fueron, al menos entre los usuarios “de a pie”, de una simpleza mayúscula, pues poco tenían idea de qué se trató la consulta, qué decían los acuerdos, o incluso, qué son las FARC. 

Por ello, resulta descorazonador que la decisión de un segmento de los colombianos se redujera en las redes sociales a un “golpe de la derecha”. Igual a como hicieron durante el Brexit o en el meteórico ascenso de Donald Trump, la comunidad digital tienda a minimizar las razones de la sinrazón, a buscar las razones sencillas para explicar las cosas, generando así un peligroso caudal de desinformación entre los lectores, en especial de los “influencers” que se atrevieron a hacer un comentario sobre el tema, sólo para subirse al tren del “hashtag” en turno.  

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