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Los partidos políticos PAN, PRD y PRI identifican los obstáculos para su crecimiento.

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Como anticipamos, los principales partidos, cambiando directivas nacionales, han  decidido modificar su ruta para afrontar, acompañando o contraponiéndose, la segunda mitad del  gobierno de Peña Nieto.

Para ello han identificado los obstáculos para su crecimiento: Anaya (PAN) hace hincapié en la necesidad de combatir la corrupción, motivado por el escándalo de los “moches” que protagonizaron legisladores y funcionarios de su partido; el PRD enfatiza en la necesidad de acabar con la división interna que generan sus tribus, pues su vida interior se agota en el reparto de posiciones. Por su parte, Manlio Fabio Beltrones (PRI) declara el fin de la “sana distancia”.

Como la tesis de la “sana distancia” fue creada por Zedillo, que fue incapaz de retener para el PRI la Presidencia, resulta un acierto que, una vez retomado el poder, tal hipótesis fuera revisada a fondo. Lo malo es que se hace públicamente tres años después, aunque el comportamiento del partido, con Camacho en la presidencia y Beltrones en la Cámara de Diputados, difícilmente puede hacer pensar en un mayor acercamiento.

Sin embargo, aunque de lo que se trata en esta etapa es de proponer lo que le hace falta al partido, no de presumir lo que se hizo bien, es un buen camino para analizar los conceptos, en un gobierno pragmático que está más preocupado por gobernar. Porque para nadie es un secreto que, a veces, las preocupaciones del gobierno son diferentes a las de la gente.

Así que conviene recordar que Zedillo nunca renunció a ejercer el poder presidencial en su partido en la designación de candidatos, incluso el presidencial; su preocupación al postular la “sana distancia” puede entenderse más bien ante un partido reacio al desmantelamiento que aquél llevó al cabo de las instituciones de política social, que le causara desavenencias con su esposa, que se opuso a la desaparición de Liconsa,  como la exigencia: ¡déjenme gobernar!; ¡no me presionen!, ocasionando así el distanciamiento más amplio entre las preocupaciones del gobierno y de la gente, que de manera eficiente ese partido contribuía a responder.

El agotamiento de la “sana distancia”, en mi perspectiva, debería reflejarse antes que en el apapacho al presidente, que no lo necesita, en retomar la función partidista que consistía en “hacer de las preocupaciones de la gente programas de gobierno, en lugar de hacer de los programas de gobierno preocupaciones de la gente”.

Porque hoy, ante un gobierno pulcro en el manejo macroeconómico, lo que urge son resultados en materia social; respuestas a los problemas cotidianos de la gente, como el empleo a través del financiamiento al sector social, agropecuario. Lo que debe reflejarse en el manejo presupuestal.

Y que no vengan los doctores de Harvard, ni la escuela de Chicago a decir que la crisis internacional no permite la inversión en política social; no lo permite: ¡lo exige!

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